30 agosto 2018

APROXIMACIONES A LOS POSTULADOS GRAMSCIANOS

Por Luis Eduardo Lamus

Antonio Gramsci es uno de los intelectuales orgánicos más valorado dentro de la historia del pensamiento y la praxis marxista, nacido en la isla de Cerdeña, Italia el 22 de enero 1871, trasegó una vida rica en altibajos, dirigente revolucionario del llamado Bienio Rojo (1919-1920), la expresión italiana más avanzada de los consejos obreros como versión especifica de los soviet campesinos y proletarios de la Rusia inmersa en el devenir del Octubre Rojo, secretario del partido comunista italiano, representante del PC italiano en el ejecutivo de la Internacional Comunista, parlamentario y preso político del régimen fascista, condición esta última que no le impidió redactar su más excelsa obra “Los Cuernos de la Cárcel”, Gramsci, fallece el 27 de abril de 1937.




Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Gramsci_foto_segnaletica.jpg

Sobre la base de esta somera descripción biográfica de A. Gramsci, que a manera de introducción busca incitar la curiosidad reflexiva en torno a la imperiosa necesidad de la organización social y política, el objetivo de este apartado es referenciar algunas sugestivas propuestas del pensamiento gramsciano que se consideran útiles para activar el accionar conjunto de los y las subalternos a través del ejercicio del liderazgo democrático y organizativo.

En este ejercicio reflexivo abordaremos ciertos ámbitos temáticos que están puestos de presente en los Cuadernos 1 2 y 3, que anuncian y prefiguran su posterior desarrollo en los 29 Cuadernos restantes.

Siguiendo el abordaje que sobre estos cuadernos (1, 2 y 3) ha hecho el maestro mexicano Lucio Oliver, me permitiré referenciar algunas nociones que me parecen centrales para una lectura introductoria de los principales postulados gramscianos.

En ese sentido, comenzaremos caracterizando algunos elementos nodales identificados en el Cuaderno 1, en particular en las notas que van de la 43 a la 48, en estas, se establece una agrupación temática y problemática articulada y muchos subtemas destacados.

Dicha problemática gira en torno al postulado de una “nueva conciencia crítica hecha cuerpo en una voluntad colectiva” y ello lleva a Gramsci a reflexionar sobre la necesidad de valorar ampliamente la lucha en el terreno de la cultura y la ideología y por consiguiente, de la construcción de capacidades políticas que están mediadas por los intelectuales.

En este punto es fundamental, referenciar la critica que Gramsci hiciese a la tendencia al iluminismo en la intelectualidad, dado que la construcción de capacidades políticas pasa por el reconocimiento de conciencia crítica en las masas populares, es decir, considerar como lo hace el iluminismo, que los niveles de conciencia pasan por los tradicionales mecanismos intelectuales, es un error.

“Todos los seres humanos son filósofos”, máxima gramsciana, que a su vez enuncia que “todos los hombres son intelectuales” aunque no todos los hombres tengan en la sociedad la función de intelectuales, Gramsci atribuye a ellos una función fundamental, que es la formación de la conciencia, en la construcción y diseminación de la ideología y en la organización política de una clase. En su visión, “cada clase crea consigo misma orgánicamente, uno o más estratos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función no solo en el campo económico sino también en el campo social y político”. (Gramsci, 1971: 5)

Estos son los intelectuales orgánicos que ejercen una función organizacional en el sentido amplio, sea en el campo de la producción, en el de la cultura, o en el de la administración pública. Para que una clase asegure su hegemonía, necesita de la creación de intelectuales que elaboren, modifiquen y diseminen la concepción del mundo de la clase dominante.

Es precisamente esta consideración la que lleva a Gramsci a señalar que la formación de los intelectuales orgánicos se da en una relación dialéctica con las masas, es decir, estos no traen a las masas una concepción ideológica de fuera, sino que “la dialéctica entre las masas y los intelectuales implica que estos últimos no imponen una teoría externamente construida, sino que hacen crítica y renuevan una actividad que ya está presente en las masas mismas” (Larrain, 2008: 118).

Al acoger la tarea de analizar el movimiento del Risorgimento (independencia y unificación italiana) Gramsci lo establece como un laboratorio que permita extraer enseñanzas. Y en esta tarea, de preguntarse por la voluntad colectiva y su formación, examina la vida de las masas populares, los problemas o circunstancias (ideológicas, culturales, económicas, etc.) que las moldean.

Lo anterior nos hace una exigencia, en el sentido de vincular al examen de los factores que forman la masa, el vincular el examen de las fuerzas socio-espaciales, productivas, político e ideológicas. Lo que de suyo conlleva atender a la diversidad, con miras a forjar una conciencia unitaria, “una cierta homogeneidad” no iluminista, que no desconozca la diversidad. La elaboración de una conciencia unitaria, una nueva voluntad en un país diverso en lo histórico, lo productivo, lo regional, lo espacial, etc.

Un alejamiento profundo con lo postulado en la III Internacional, que enarbolaba “El Partido de Vanguardia”. Gramsci al acometer este ejercicio de establecer las fuerzas motrices que podrían empujar a Italia a una nueva situación, plantea que las fuerzas urbanas tienen la tendencia a dirigir, sin embargo los obreros del norte han comprado una ideología vanguardista que frenan las transformaciones al no comprender las dinámicas del sur.

Llegados a este punto, Gramsci plantea la cuestión de la Hegemonía Política (HP), en particular en las notas (44, 45, 46, 47 y 48) y la complejiza al avanzar en la caracterización de la Hegemonía Ideológica y de la Hegemonía de la Sociedad Civil (HC).

La lucha de Lenin por debilitar la tendencia obrerista al interior del partido, posiciona un pensamiento que estaba presente ya en Marx, la Hegemonía Política que tenía, para el caso de Lenin un cariz más amplio. Gramsci la recoge en contravía a lo postulado por la III Internacional, que establecía que la HP, se debe dar después de la toma del poder, para Gramsci las clases trabajadoras pueden y deben tener HP antes de conquistar el gobierno.

Es decir, debe disputarse la ideología política, la dirección en el terreno del capitalismo, combinando la guerra de posiciones y la guerra de movimientos. Esta polémica con la III Internacional, plantea la disputa del consenso al Estado (en lo ideológico, en lo político).

Dicho elemento está presente en las tesis de abril, cuando Lenin señala la cuestión del doble poder, donde los trabajadores son minoritarios y por ende hay que disputar su preminencia. El Estado Ampliado está en nuche

El asunto no es solo lograr la HP sino también mantenerla (Negri) para mantener el poder, factor que desdeño Stalin al imponer el industrialismo e incluso rompiendo la NEP con el campesinado.

Una ideología orgánica debe ser capaz de “organizar” a las masas humanas y para eso debe traducirse en orientaciones específicas para la acción. En esta medida la ideología permea extensamente a la sociedad porque es fuente de toda acción social. Los seres humanos no pueden actuar sin ser conscientes, sin tener ciertas orientaciones sociales.

El concepto de ideología de Gramsci se desarrolla creativamente en relación con la noción de hegemonía que en general se refiere “a la habilidad de una clase para asegurar la adhesión y el consentimiento libre de las masas” (Larrain, 2008: 109). Es importante resaltar que cuando Gramsci se refiere a hegemonía está tiene dos sentidos, (i) como un dominio que se logra sobre todo mediante un liderazgo intelectual y moral y no principalmente mediante la fuerza o la violencia, ejemplo de ello el control burgués sobre la clase obrera y (ii) como capacidad de dirección de la clase obrera, es decir, a su habilidad para formar alianzas con otras clases no dominantes. Esta es precisamente la tarea que Gramsci asigna en su momento al proletariado “extender su influencia sobre otras clases subordinadas”, tarea política esencial que el proletariado tiene que llevar a cabo para controlar después el Estado, un grupo en este sentido, puede y en verdad debe ya ejercer el liderazgo antes de ganar el poder del gobierno”.

Estos elementos están cruzados por el tema de la autonomía política (programática e ideológica) (notas 44 y 46), existe por tanto la preocupación por el transformismo por la falta de autonomía (núcleos dirigentes cooptados) en vías de darle paso a la llamada revolución pasiva.

En ese sentido, Gramsci introduce la noción de hegemonía civil (notas 43 – 48) HC, en el parlamento y en la sociedad civil, que la decir de Oliver “es un nodo de creación teórico articulado” la clase debe hacer prevalecer su influencia, su concepción y programa, al ser la SC trinchera del estado.
En los clubes, sindicatos, instituciones educativas, la HC debe doblegar el desarrollo molecular de la ideología burguesa, que ha estructurado al espontaneidad de la masa, el “mito del progreso” y del consumo como espacio de solución de los problemas sociales (el mercado).

Por tanto, para contrarrestar la H. Molecular es necesario un programa sistemático que la confronte en el terreno de la sociedad civil, de la dominación oligárquica, de la influencia del vaticano.

La HC es entonces ese espacio organizado alrededor de lo público, es espacio de gran disputa. Gramsci al discernir sobre lo postulado por los clericales italianos y la diferencia entre el estado real y el estado legal… plantea la situación de crisis de hegemonía, una sociedad civil en situación de disgregación caótica sin dirección.

Los cuadernos 2 y 3 ofrecen una apertura en torno a la diferenciación entre dirigentes y dirigidos, tema central de lucha radical en el movimiento comunista soviético, por cuanto el problema de la dirigencia del Estado no es solo de intelectuales, es problema de las clases, la clase dirigida debe ocupar el espacio de dirección.

La diferencia entre dirigentes y dirigidos le es estructural al capitalismo, algo sancionado como normal. Cuestión tan cara a la transición democrática en América Latina, esa idea de que los dirigidos hicieran parte de los espacios de dirección, es decir participaran de la democracia se perdió del horizonte, ya que la transición se vio como un asunto de elites, que pacta instituciones civiles estables.
La democracia como un problema de elites, que administran los asuntos públicos, este asunto engarza con los postulados de Michels (cuaderno 2 nota 75).

La espontaneidad y la dirección consciente no es un problema de calidad sino de grado, la dirección vinculada con las masas, se plantea como una herejía con la ciencia política actual.
  
(Notas 14, 48, 42 y 157 DEL CUADERNO 3) clases subalternas capacidad de dirección de esas mismas clases. Unidad entre lo espontaneo y lo consciente (folclor) espacio donde las masas se apropian de historia, de la ciencia de una forma caótica y desorganizada.

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