30 agosto 2018

FILOSOFÍA DE LA PRAXIS: UN DEBATE INACABADO EN EL MARXISMO

Por Colectivo Memoria y Acción.


Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/Karl_Marx#/media/File:MarxEngels_3a.jpg

Crear una nueva cultura no significa hacer sólo individualmente descubrimientos originales, sino también, y especialmente, difundir críticamente verdades ya descubiertas, socializarlas, por así decirlo, y por lo tanto convertirlas en base de acciones vitales, elementos de coordinación y de orden intelectual y social. Que una masa de hombres sea conducida a considerar unitariamente el presente real es un hecho filosóficamente mucho más importante y original que el hallazgo por parte de un genio filosófico de una nueva verdad que se conserve como patrimonio de pequeños grupos intelectuales. (Gramsci, 1975. p. 247) 


Cuando todo indica y anuncia el triunfo de los microrrelatos, que el análisis de la totalidad concreta ya no tiene vigencia, y que el imperio de lo fragmentario, local y descentralizado se erigen como patrones de conducta en la actividad política y en la academia misma, retumba el llamado que hace desde lo más profundo de las mazmorras las reflexiones de Antonio Gramsci. 

A contra pelo de esas modas intelectuales, hoy se busca rescatar sus aportes teóricos y políticos para el análisis de la situación concreta, intentándolo salvar del olvido, de la pasividad y la flexibilidad al que se intenta relegar, optando por recuperar al intelectual orgánico, el cual lideró al movimiento revolucionario italiano: obrera/os, campesina/os y demás explotada/os, con la agudeza de su mente y la grandeza de su liderazgo político. 

Para hablar de Gramsci, se debe de acercar a sus luchas políticas y revalorar sus apuestas organizativas, en este sentido no se puede entender separándolo de quien fuese uno de los máximos dirigentes del movimiento comunista revolucionario internacional: Lenin. A 80 años de la partida física del italiano y 100 años de la gesta bolchevique, se recobran sus aportes para pensar la práctica del intelectual orgánico en las condiciones específicas y así poder rendir el mejor homenaje a sus luchas, atendiendo al llamado que resuena en los oídos: Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza (Gramsci, 1919) 

El llamado a Lenin y a Gramsci cobra sentido hoy en la medida en que en el horizonte y en el seno del debate sobre la existencia del marxismo como filosofía y práctica transformadora, se avizoran corrientes que excusadas en los fracasos del “socialismo realmente existente”, en la impertinencia de ciertas categorías del marxismo “ortodoxo” para explicar el mundo actual y en los cambios del mundo globalizado, pregonan la deconstrucción del marxismo y de sus exponentes, con lo cual se pone fin a todo intento de aproximarse a un análisis de la totalidad concreta y, en consecuencia, de la posibilidad de una lucha antisistémica contra el capitalismo. 

En este texto pretendemos, como lo hizo Lenin en “Marxismo y Empiriocriticismo”, defender al marxismo como filosofía de la actividad revolucionaria y transformadora, es decir, como praxis de la transformación de la totalidad concreta. En esa medida destacamos de Lenin y Gramsci su compromiso intelectual y militante por la transformación de la sociedad y por dignificación de los sectores explotados y marginados. Este compromiso lo destacamos en sus constantes reflexiones fruto de su labor política y organizativa, las cuales son condensadas en el plano de la producción de conocimiento como labor política y que responde a situaciones concretas. 

Por último, hacemos una aproximación a la importancia de la praxis en el pensador revolucionario latinoamericano. El marxismo es la filosofía de la praxis ya que no sólo se piensa la praxis en términos teóricos sino que se piensa ser práctica, es decir, servir a la praxis. El propio Marx escribió “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”(1845), entendiendo que lo que se debía hacer no era solo explicar lo existente sino transformar lo existente. 

Al ponerse el marxismo no sólo como una filosofía que se piensa lo existente sino que lo transforma, el marxismo supera la mera especulación y pone la praxis como elemento central. ​Concepto de praxis Es claro que la realidad es una totalidad concreta, dialéctica, que se desarrolla a partir de la interacción de sus partes y que debe ser comprendida como lo que es, totalidad. 

Es claro también que el acceso a esta realidad está mediada por la manifestación de dicha realidad, es decir, el fenómeno, y que dicha mediación debe ser conocida a través del pensamiento dialéctico. Pero dicho pensamiento dialéctico comprende también que “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico” (Marx, 1845). 

Entonces ¿qué es la praxis? La praxis, o actividad práctica, no es cualquier actividad. Sánchez Vásquez define “actividad” como “acto o conjunto de actos en virtud de los cuales un sujeto activo (agente) modifica una materia prima dada.” (2003, pág. 263). 

Un sujeto activo es cualquier elemento vivo y activo que pueda modificar algo existente. Un ejemplo podría verse en un gato arañando una pared, o en un mosquito volando por una habitación. Ahora, las actividades de los seres humanos, a diferencia de los animales, pueden ser de carácter irracional, como en el caso de los instintos, como racional, en el caso de la fabricación de un bolígrafo. Es decir, encontramos en el carácter racional de las actividades algo distintivo respecto a otros agentes activos. 

En el caso de la fabricación de un bolígrafo, los seres humanos han tenido primero la necesidad de realizar el bolígrafo, después han pensado el bolígrafo y después lo han ejecutado. Sánchez Vásquez, en esta determinación de un fin, un fin consciente y en su realización, pone un gran énfasis. “La actividad propiamente humana sólo se da cuando los actos dirigidos a un objeto para transformarlo se inician con un resultado ideal, o fin, y terminan con un resultado o producto efectivos, reales.” (2003, pág. 264) 

Es a partir de aquí que se entiende, por otro lado, que el conocimiento se genera a través de la praxis, ya que es sólo poniendo en función de una actividad que transforme la realidad con un fin que se comprueba si el fin, en su forma ideal, puede realizarse en lo práctico, incluyendo también la comprobación de hipótesis e ideas. En ese sentido, la producción de conocimiento tiene una gran ligazón con la praxis (Sánchez, A. Págs. 268-269). 

Lo anterior implica que la praxis se puede definir como una clase de actividad en la que hay una materia prima dada transformada de acuerdo a un fin establecido con anterioridad, y que es en el proceso de transformación que el ser humano conoce. En palabras del propio autor, “lo distintivo de la actividad práctica radica en el carácter real, objetivo, de la materia prima sobre la cual se actúa, de los medios o instrumentos con que se ejerce la acción, y de su resultado o producto.” (Sánchez, A. 2003, pág. 270) 

Es decir, la praxis tiene un elemento de carácter ideal, consciente, y un elemento de objetivación de dicho elemento ideal que tiene carácter teleológico. Por ello, aunque la actividad y la consciencia son dos elementos diferentes, la praxis es la unidad dialéctica de ambos. Sánchez Vásquez comprende cuatro tipos de praxis. 

En primer lugar estaría la productiva, que busca realizar productos que satisfagan necesidades humanas; en segundo lugar estaría la artística, que busca exteriorizar lo humano como necesidad misma, es decir, una praxis que exteriorice lo humano más allá de la mera satisfacción de necesidades sino como una satisfacción en sí misma; en tercer lugar estaría la experimental, que es se realiza con el fin de comprobar hipótesis (hipótesis que serían parte de una investigación con orígenes prácticos) o probar los resultados de determinadas acciones; y por último, la praxis política, que es la praxis de la determinación de lo social. 

Esta última praxis es la transformación por parte del ser humano de una realidad en la que está sumergido, y en ese sentido, es no sólo el conocimiento de la realidad humana y social lo que adquiere, sino que la crea. Ya que es a través de la praxis que conoce y transforma su realidad, la praxis revela al ser humano como “ser onto-creador, como ser que crea la realidad (humano-social) y comprende y explica por ello la realidad (humana y no humana, la realidad en su totalidad.” (Kosik, K. 1976, Pág. 241). 

En este sentido, la praxis es develar que el ser humano no debe comprender lo existente como definitivo y absoluto, lo que implicaría una visión de la realidad desde la seudoconcreción, sino que es a través de la praxis que conoce y transforma. Es por ello que la praxis permite comprender al ser humano como un ser que moldea su realidad, y en tanto producto de sus propias manos, puede transformarla. Marxismo como filosofía de la praxis Es claro que el marxismo hace un gran énfasis en la praxis: como elemento de acceso al conocimiento de la realidad, entendiendo la praxis como una unidad entre conciencia y actividad, entre lo subjetivo y lo objetivo. 

La apuesta del marxismo como filosofía de la praxis se puede ver en la famosa XI tesis de las “Tesis sobre Feuerbach” de Marx, que dice “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”(1845) Lo que se señala, es que el marxismo es un elemento de carácter teórico al servicio de la praxis, y no como mera interpretación. Cuando la praxis se vuelve revolucionaria, por ende adquiere, un carácter transformador elevado, el máximo posible, ya que busca transformar de raíz todo lo existente por otro orden diferente. 

Sánchez Vásquez resume dicha praxis política marxista de la siguiente forma En la sociedad dividida en clases antagónicas, la actividad revolucionaria permite cambiar radicalmente las bases económicas y sociales en que se asienta el poder material y espiritual de la clase dominante, e instaurar así una nueva sociedad. El agente principal de este cambio es el proletariado por medio de una lucha consciente, organizada y dirigida, lo que presupone la existencia de partidos que eleven su conciencia de clase y tracen claramente los objetivos de esta lucha, su estrategia y su táctica, que organicen las fuerzas y las dirijan. (Sánchez ,2003, págs. 278-279) 

La praxis es una clase concreta de actividad que transforma la realidad de acuerdo a unos fines, uniendo teoría y práctica, existiendo varias clases de praxis, siendo la praxis política, una praxis que permite transformar desde el ser humano al propio ser humano. Es a través de la praxis que el ser humano transforma su realidad y la conoce, por ello, la praxis devela que el hombre es un ser que conoce y crea su realidad. Es en ese sentido que el marxismo, al apostarle a una praxis política radical que busca transformar todo lo existente, y que el marxismo es una teoría al servicio de la práctica, que el marxismo es la filosofía de la praxis.

El intelectual en la filosofía de la praxis marxista Al igual que Lenin y Marx desde la lectura de Sánchez, la filosofía de la praxis en Gramsci destaca la articulación de la teoría y la práctica desde el marxismo precisando en la labor de los intelectuales en la producción teórica que se vincula con la práctica revolucionaria. Gramsci critica la teoría del intelectual del “plano individual” en el que su labor se reduce a ciertos círculos de intelectuales y hace una separación tajante de “las gentes sencillas”. (Gramsci, 1970). 

Para este la filosofía de la praxis es lo contrario a ello, es decir, debe presentarse ante todo como crítica del “sentido común” como conciencia de la clase dominante adoptada por las clases dominadas (Gramsci, 1967). Pero también como una crítica a la filosofía de los intelectuales como actividad de individuos aislados de “las gentes” y se distancia de la práctica transformadora, que no se da en ese “plano individual”. (Gramsci, 1970, pág. 12) 

Lo que plantea Gramsci no es una oposición a la labor de los intelectuales en un sentido estricto. La filosofía de la praxis se identifica más como la labor de los intelectuales de llegar a las “las gentes sencillas” para que con estos como filósofos e intelectuales emerja un “‘bloque intelectual-moral’ que haga posible un progreso intelectual de masa y no solo de limitados grupos intelectuales” (Gramsci, 1970, pag. 12). 

En lo que se ha dicho de la filosofía de la praxis, se puede denotar un punto que identifica Sánchez en Marx y Lenin, y en lo dicho de Gramsci. Desde la filosofía de la praxis “La teoría revolucionaria no se desarrolla en aras de la teoría misma sino en nombre de la praxis” (Sánchez, 1980, pag 288). En el marxismo la praxis es el punto central como práctica revolucionaria, la cual se vincula a la misma teoría, sea desde la misma labor de los intelectuales que vinculen a “las gentes sencillas” o a la población como intelectuales orgánicos, pero articulando la práctica con la teoría, para la primera no se vuelva utópica y que la segunda no se deslinde de la práctica revolucionaria como la praxis. Reflexiones teóricas y experiencias Sobre este aspecto del lugar de la praxis en el marxismo, es importante rescatar la distinción que hace Lukács entre el pensador del materialismo histórico y del proletariado, y el “marxista lugar”.

En ella recae un problema fundamentalmente de visión puesto que, según Lukács, el marxista vulgar, comúnmente reacio a la confrontación abierta con la burguesía y el estado de cosas dado, ve en la sociedad burguesa un conjunto de estructuras e instituciones invencibles y, por ende, el avance de la revolución proletaria se tornaría impensable (Lukács, 1924). Esto pone sobre la mesa un tema que aparece en el espectro de la praxis revolucionaria: la actualidad de la revolución proletaria y la sagacidad del representante del materialismo histórico para captarla. 

Como lo señala el mismo Lukács (Lukács,1924): Por lo tanto, el materialismo histórico pone -por lo pronto como teoría- la actualidad universal de la revolución proletaria como premisa. En este sentido la actualización de la revolución proletaria constituye el centro de la doctrina marxista, como fundamento objetivo de todo el período, y al mismo tiempo como clave para su entendimiento. 

Esta perspectiva es fundamental para entender la importancia de la sistematización de experiencias dentro de la praxis política de Lenin y Gramsci ya que, como lo ha demostrado la historia, estos dos grandes pensadores vivieron un período de múltiples convulsiones políticas y de las más profundas contradicciones del capital. Con la agudeza de su intelectualidad lograron reflejar las tendencias de su época, sin estar al margen de la mismo, por lo que pasaron a ser conocidos por reactivar el significado del materialismo histórico en tanto fueron capaces de comprender los problemas de su entonces para la liberación y el condicionamiento del proletariado. 

En la explicación de Lukács, el entendimiento de la actualidad de la revolución proletaria, por ejemplo, pone de manifiesto la importancia de no entender a esta como algo realizable de todas las formas existentes y en cualquier momento. Cuando se tiene una visión intrépida de las tendencias de una época se tienen las pautas de acción para el quehacer cotidiano de la agenda de la revolución proletaria, es decir, “tan sólo la relación de las acciones aisladas con este punto central, que no puede ser encontrado sino mediante el análisis preciso del conjunto histórico social, hace que las acciones aisladas sean revolucionarias o contrarrevolucionarias” (Lukács, 1924). 

De esta forma, siguiendo a Lukács, la actualidad revolucionaria se plantea como la forma en la que se relaciona el problema cotidiano particular con la totalidad histórica social y como momentos de la emancipación del proletariado (Lukács, 1924). Sobre este aspecto, inicialmente Lenin aparece como aquel que se preocupa por “el nexo más íntimo, más visible y más cargado de consecuencias de las acciones aisladas con el destino general, el destino revolucionario de la clase obrera en su totalidad” (Lukács, 1924). 

El núcleo o el eje central de la sistematización de experiencias en el caso de Lenin es su toma de posición sobre la praxis a partir de sus Cuadernos Filosóficos (1914-1916), en donde plasma una visión más madura del problema de la praxis en el marxismo, con respecto de su anterior perspectiva en Materialismo y Empiriocriticismo (Sánchez, 1980). Tal vez estos dos son los textos de mayor trascendencia filosófica del marxismo y los dos respondian al objetivo de delimitar muy concretamente al materialismo histórico como la filosofía del partido revolucionario. 

En Cuadernos Filosóficos se nota en Lenin una conceptualización mucho más compleja de la unidad entre pensamiento y objeto, influenciada por la dialéctica hegeliana y por la necesidad de dar una explicación al período de grandes cataclismos políticos y sociales que se vivían por aquel entonces alrededor del mundo. Desde aquel entonces Lenin se inclina por la dialéctica para entender el devenir de lo real, siendo esta correcta y sistemática comprensión de la realidad es una tarea política en sí misma por estar atravesada por la necesidad de llevar a cabo la práctica en un momento de agudas contradicciones. 

El conocimiento también queda sujetado en este orden de ideas a la dialéctica y con ello a su relación con la práctica. La unidad entre pensamiento y objeto, según Sánchez Vásquez, habría que verla ahora como una relación dinámica y de constante movimiento en la medida en que, al igual, eternamente surgen contradicciones entre la aproximación de la naturaleza en el pensamiento humano (Sánchez, 1979). 

De esa forma, la producción del conocimiento es una actividad dinámica en la que el ser humano mediante el pensamiento se aproxima al conocimiento del objeto o de la naturaleza. Además, es una actividad cognoscitiva creadora que se eleva de lo concreto a lo abstracto o de lo inmediato a los conceptos, es decir, “el conocimiento es una actividad, un proceso en el curso del cual se recurre a una serie de operaciones y procedimientos para transformarlos datos iniciales (nivel empírico) en un sistema de conceptos (nivel teórico)” (Sánchez, 1979:55). 

Este planteamiento nos vincula con la particular concepción de Lenin del vínculo entre el conocimiento y la práctica a partir de que la primera se toma como una actividad teórica que reproduce conceptualmente al objeto. Según Sánchez (1979), para Lenin la práctica se caracteriza por ser una actividad dirigida a un fin, en la que podemos identificar la retroalimentación entre el sujeto y el objeto, entre la actividad humana y la naturaleza en la que se desenvuelve. 

Por ello no se puede decir que la práctica tiene un andar expedito dentro del mundo objetivo, en vez de ellos enfrenta múltiples contradicciones, y por lo tanto, en la práctica política de Lenin se encuentra la necesidad de conocer adecuadamente la realidad para cumplir con los objetivos propuestos, como los señalamos anteriormente cuando hacíamos referencia a la actualidad de la revolución proletaria. Concretando lo anterior, Sánchez Vásquez (1979) menciona al respecto de Lenin que: Si la praxis es actividad subjetiva y objetiva, conocimiento teórico y práctica, superación de la unilateralidad de la subjetividad y la objetividad, podemos comprender la importancia que Lenin concede a la teoría, importancia que se pone de manifiesto en su propia actividad teórica y práctica política. 

La teoría no es exterior a la práctica, a la vez que esta última forma parte de la producción teórica. Desde que inicia su actividad revolucionaria, Lenin ha tenido conciencia de que las posiciones prácticas en la lucha real involucran posiciones teóricas. Allí donde la práctica política se estanca, deforma o desvía hay que ver también -pues "la subjetividad está en los actos mismos"- un estancamiento, deformación o desviación teóricos. (p. 59) 

Fiel a esta creencia, hoy podemos identificar a Lenin como un escritor empedernido, un pensador y representante del proletariado que plasmaba en sus textos el estudio del desarrollo del capitalismo y de las condiciones sociales, políticas y económicas no sólo de Rusia sino del mundo entero, además de los aspectos relativos a la organización del proletariado y las pautas de acción en la agenda de la emancipación del proletariado, entre otras, Nadia Krúpskaya (1978) escribe acerca de la rigurosidad 1 de Lenin en el análisis y sistematización de experiencias lo siguiente: […] Ilich basaba sus conclusiones en hechos rigurosamente cotejados. Este afán de basar las conclusiones en hechos se pone de relieve en sus primeros folletos de propaganda Sobre las multas, Sobre las Huelgas y la Nueva Ley Febril. No imponía nada a los obreros, todo lo demostraba con hechos. Algunos opinaban que esos folletos eran prolijos, pero a los obreros les parecían muy convincentes. 

El Desarrollo del Capitalismo en Rusia, importante trabajo de Lenin escrito en la cárcel, contiene numerosos hechos. Lenin, en cuya vida ha desempeñado un papel tan gigantesco la lectura de El Capital, recordaba que Marx había asentado sus deducciones en una colosal cantidad de hechos. (p. 15) Si seguimos con Gramsci encontraremos la misma mención a la importancia de la sistematización de experiencias y de la producción del conocimiento científico de la totalidad del conjunto social en tanto actividad práctica y política en sí misma. 

Esto se debe en gran parte, al igual que en Lenin, a la necesidad de dinamizar las fuerzas revolucionarias de la sociedad en un tiempo atravesado por la gran cantidad de hechos que expresan las contradicciones sociales, económicas y políticas del momento. Gramsci, además de ser un gran escritor, fue un personaje que estuvo en la vanguardia del movimiento obrero, lo que le permitió conocer de cerca la realidad y la actualidad de la revolución proletaria, especialmente del proletariado italiano, y las condiciones del desarrollo del capitalismo hasta ese momento. 

Sobre esto Kohan (2013) puntualiza: Insistimos: aunque hoy se olvide, Gramsci fue un revolucionario, no un profesor académico 1 Esto lo llevó a escribir numerosos textos de la envergadura de ¿Qué hacer? (1902), El Estado y la Revolución (1917), El Imperialismo: fase superior del capitalismo (1916), El Desarrollo del Capitalismo en Rusia (1899), La Economía y la Política en la era de la dictadura del proletariado (1919), La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo (1929), entre otras. ni un burócrata acumulador de papers. Toda su obra es netamente política. 

Por eso los avatares de su publicación nunca fueron ni son independientes de los vaivenes políticos coyunturales. Principalmente del (ex) PCI. Lo particular de Gramsci sobre esta dimensión de la praxis se encuentra en su concepción de hegemonía y, consecuente a ello, su férreo compromiso por la “superación del modo de pensar concreto existente y por la naturaleza pedagógica de una acción intelectual/militante” (Migliavacca & Vilariño, 2011, pág 5), con una participación más activa de las masas populares en la construcción de un nuevo bloque histórico moral e intelectual. 

El accionar de los intelectuales, en medio de la unidad entre teoría y práctica, se juega en el ámbito de su participación “en la organización y dirección de la construcción de una concepción del mundo contrahegemónica” (Migliavacca & Vilariño, 2011, pág 5). La labor de este intelectual, en su práctica revolucionaria, en parte está en poner al descubierto la potencialidad de los oprimidos, cubierta por el “sentido común”, a partir de la creación de una “filosofía coherente” (Migliavacca & Vilariño, 2011, pág 5) que ponga en contacto el mundo científico con el mundo popular, generando un sentido de pertenencia o conciencia por la fuerza contrahegemónica en disputa. 

Por lo tanto, la producción de conocimiento y la labor del pensador del proletariado en Gramsci, además de descifrar las tendencias de una época y la actualidad de la revolución proletaria, tiene una función notoriamente pedagógica en la lucha contrahegemónica y marcadamente política puesto que “Todo es político, también la filosofía o las filosofías, y la única filosofía es la historia en acto, es decir la vida misma” (Citado en: Gruppi, 1978). 

En síntesis: Este nexo de teoría y práctica es el que autoriza a Gramsci a afirmar que la teoría y la realización de la hegemonía del proletariado (y este término, referido a Lenin, indica la dictadura del proletariado), tiene un gran valor filosófico, ya que hegemonia del proletariado representa la transformación, la construcción de una nueva sociedad de una nueva estructura económica, de una nueva organización política y también de una nueva orientación teórica y cultural. 

Como tal, la hegemonía tiene consecuencias no sólo en el plano material de la economía o en el plano de la política, sino además sobre el plano de la moral, del conocimiento, de la "filosofía". Por tanto, la revolución es entendida por Gramsci y lo repite continuamente como reforma intelectual y moral. Se trata de ver qué tiene en común, este concepto gramsciano, con el concepto de revolución cultural del que habla Lenin en los últimos años de su vida, sobre todo referido al campo ruso. (Gruppi, 1978) 

Nuestra América no ha estado exenta a recibir discusiones de tal talante, y José Carlos Mariátegui es quizá de los principales referentes para nuestro contexto, no solo en lo teórico sino también en la labor militante, la praxis política a la que se refiere Sánchez Vásquez. El autor peruano desarrolla la lectura del contexto para la implementación de prácticas reales de tal manera que propone una nueva forma de ver el marxismo desde la realidad latinoamericana, que el socialismo no sea “calco ni copia” sino “creación heroica”. 

Relativo al papel de la intelectualidad para los cambios revolucionarios, Mariátegui considera a la práctica en relación con la teoría incluso en los terrenos del arte, escenario en el cual tenía un amplio bagaje. Afirma Mariátegui(1991): “los intelectuales de verdadera filiación revolucionaria no tienen más remedio que aceptar un puesto en una acción colectiva (…) Los intelectuales son, generalmente, reacios a la disciplina , al programa y al sistema. Su psicología es individualista y su pensamiento es heterodoxo: En ellos, sobre todo, el sentimiento de la individualidad es excesivo y desbordante. 

La individualidad del intelectual se siente casi siempre superior a las reglas comunes. Es frecuente, en fin, en los intelectuales el desdén por la política. La política les parece una actividad de burócratas y de rábulas. Olvidan que si es así es tal vez en los periodos quietos de la historia, pero no en los periodos revolucionarios, agitados, grávidos, en que se gesta un nuevo estado social y una nueva forma política”(p.380) 

Y es en la Revolución de octubre donde se encuentra la referencia del intelectual comprometido con una causa política: “Y la Revolución Rusa, en Lenin, Trotsky y otros, ha producido un tipo de hombre pensante y operante, que debía dar algo que pensar a ciertos filósofos baratos llenos de todos los prejuicios y supersticiones racionalistas, de que se imaginan purgados e inmunes. Marx inició este tipo de hombre de acción y pensamiento. Pero en los líderes de la revolución rusa aparece, con rasgos más definidos, el ideólogo realizador. Lenin, Trotsky, Bukharin, Lunatcharsky, filosofan en la teoría y la praxis. 

Lenin deja, al lado de sus trabajos de estratega de la lucha de clases, su Materialismo y empiriocriticismo. Trotsky, en medio del trajín de la guerra civil y la discusión del partido, se da tiempo para sus meditaciones sobre Literatura y Revolución. ¿Y en Rosa Luxemburgo, acaso no se unimisman, a toda hora, la combatiente y la artista?” (p.17) En términos de las gestas revolucionarias a lo largo del continente, Cuba aparece como el más importante referente y allí también se vislumbra la necesaria relación entre la intelectualidad y las labores de militancia, en palabras de Ernesto Guevara: “Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. 

Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres de pecado original... Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas” (Guevara,1965) Ahora, el hecho de que se plantee como un pecado original daría pie a concebir al intelectual como un enemigo de la revolución cuando no es así, por el contrario, y lo que quiere afirmarse va en la misma vía de Mariátegui cuando se refiere a la intelectualidad como naturalmente individualista pero proclive al cambio a partir de la puesta en marcha de su actividad para la transformación material del mundo. Ese es el principal llamado, volver a Gramsci. 

La visión del marxismo sobre la realidad es una visión que comprende la totalidad de lo existente como un elemento dialéctico, dinámico, concreto, que se puede comprender racionalmente y que supera tanto la idea de la totalidad como suma de hechos como la idea de la totalidad como algo superior a sus partes. El acceso al conocimiento de dicha totalidad se realiza destruyendo, mediante el pensamiento dialéctico, la seudoconcreción, develando que lo existente no es más que producto de la praxis humana. 

La producción teórica de los autores, no responde a meros intereses intelectuales, sino a su labor política y pedagógica concreta, por tanto, no son conocimientos sin ningún reflejo en su quehacer, tienen alto grado de maduración de las discusiones político organizativas del movimiento revolucionario. Por lo anterior, vemos la relevancia del conocimiento en la organización de masas y la relación directa que tiene dicha producción con la acogida por parte de los sectores marginales, es decir, su producción teórica es muestra de la labor del intelectual orgánico en su relación estrecha con las clases populares, por ello ejemplo de conciencia y compromiso. 

A 80 años de la desaparición de Gramsci, su obra intelectual y política, continúa siendo germen de esperanza para los excluidos, invitación constante a ser intelectuales orgánicos y transformar radicalmente la sociedad. Junto a Lenin, su ejemplo y reflexiones vuelven a alimentar las experiencias de millones de personas que aspiran a transformar el mundo, recobrar el espíritu de ambos pensadores tanto en la grandeza intelectual como en el liderazgo política es hoy más que nunca necesario si se quiere continuar sus luchas: tomar el cielo por asalto.




Bibliografía: 

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