Por Miguel Ángel Herrera
Zgaib
Profesor Investigador,
Unal. Director Grupo Presidencialismo y participación. Presidente de la
IGS-Colombia.
“Cuiden la paz, porque es
el bien más preciado que tenemos.” Juan Manuel Santos, discurso de instalación
del Congreso.
El penúltimo obstáculo con
que se tropieza el joven presidente de la reacción y la derecha, Iván Duque, testigo
presencial de la transacción con Duda Mendoca, testaferro de Odebrecht, en la
pasada presidencia, es la definición de quiénes estarán al frente del Congreso,
y hasta el pasado jueves, Nancy Patricia Gutiérrez, escogida para el
mininterior, fracasaba.
Con la presencia directa
del senador Uribe se persuadió a la dupleta de Cambio Radical y Partido de la
U, al ofrecer suficiente “mermelada tóxica” a sus máximas dirigencias, para que
acepten en el primer año, a Ernesto Macías, para presidir el senado, mientras
que será un liberal, para presidir la Cámara durante el primer año.
Un día antes, al borde de
vencerse los plazos, el defectuoso CNE declaró y entregó las credenciales a los
congresistas que hoy, en ceremonia, recuerdan en el papel, la relevancia
política de la soberanía popular, que de manera indirecta representan, porque
así lo establece el art. 3. de la Constitución de 1991.
El presidente saliente,
quien dio inicio a la disputa por la hegemonía, firmando la paz con las
Farc-Ep, transformadas hoy en el partido Farc, y presente en la instalación del
Congreso, con dos ausencias significativas, una inducida, la de Jesús Santrich,
acusado de narcotráfico por el gobierno estadounidense, y la de Iván Márquez,
quien no se presentó, en protesta contra esta acción de la Fiscalía de Humberto
Martínez, y el modo cómo el congreso que hoy termina bloqueó y reformó la ley
estatutaria de la JEP.
En la intervención del
presidente Santos, en su twitter, el senador Uribe, hizo más de 70 réplicas, en
particular, recordando que la elección de su rival se hizo de manera ilegal,
construyendo un contra-discurso, y por supuesto, haciendo mutis por el foro, a
la corrupción en sus propias filas, entonces y ahora.
Así se entra en el momento
más relevante de la tensión entre el régimen para-presidencial y la democracia
subalterna en la Colombia del posconflicto, de la que un primer episodio lo
marcó la elección presidencial, y uno segundo lo define la dirección del nuevo
Congreso, parcialmente renovado. El tercero tendrá su momento definitorio en el
año 2019, cuando se confronten las trincheras de la pararepública, donde tienen
sus casamatas sembradas desde 1999, la reacción y el bipartidismo tradicional.
¿Equilibrio de poderes?
Esta vez hay un incremento
en los integrantes del Congreso, como resultados del Estatuto de la Oposición,
recién sancionado por el presidente saliente, donde se reconoce al segundo
partido o coalición en la elección un senador, y representante, respectivamente.
Este es el caso de Colombia Humana, con Gustavo Petro Orrego, y con Angela
María Robledo, con quienes se oficializa la denominada Bancada por la paz, la
vida y la democracia.
Estos casi 50 congresistas
de la oposición enfrentarán e intentarán controlar los desmanes de la bancada
de la guerra, que encabeza el partido del presidente Duque, con su maltrecho
“escudero”, Álvaro Uribe, el chalán caído. Eso sí, entre los dos bloques
aparece una ilusoria fiel de la balanza política, al menos hasta pocas horas de
la instalación del Congreso el 20 de julio.
Con el liderazgo de Germán
Vargas Lleras, uno de los grandes “quemados”, éste insistirá, ante su antigua
lugarteniente, Nancy Patricia, emisaria de Duque, en que el congreso lo presida
Germán Varón, a la cabeza del senado. A nadie se le ocurre pensar que Cambio
Radical y el Partido de la U pacten con los 6 partidos que constituyen el
bloque de la paz, en cuyo caso la oposición tendría por primera vez la
oportunidad de estrenar, efectivamente, los checks and balances,
propios de los inventores del presidencialismo moderno, los padres fundadores
de la gran nación americana.
En la bancada por la paz,
la vocería circunstancial la tiene el senador Iván Cepeda, quien por lo demás,
en ningún caso ha cerrado puertas al diálogo con la coalición que eligió al
presidente en la segunda vuelta.
Novedades en la elección
de congresistas
Ya se definió un buen
acuerdo, aunque el partido de la U, no obtuvo ninguna presidencia. Armando
Benedetti, senador,
Con inocultable atraso, el
CNE entregó credenciales, y de lo decidido aparece el siguiente reparto de
curules: 19 senadores para el CD, 16 para Cambio Radical, 14 Partido de la U,
14 Conservadores. De los componentes de la Bancada por la paz estos son los
números: Verdes con 9, Polo con 5, Decentes 3; igualmente tienen 3, tanto el
Mira, como el grupo cristiano Colombia Justa Libres.
En la Cámara esta es la
distribución de fuerzas; 35 Liberales, 32 del CD, 30 CR, PdeU, 25,
Conservadores 21. En la Oposición, los representantes están distribuidos así:
Alianza Verde, 9, Decencia, 2, PDA, 2, Mais, 1. Y un tercer grupo, donde
cuentan Opción Ciudadana, 2, Mira, 1, Colombia Justa Libres, 1, Coalición
Alternativa Santandereana, 1.
Igualmente están los 5
representantes y 5 senadores que corresponden al partido Farc, como compromiso
cumplido de los Acuerdos de Paz. Estas cuentas generales no variaron en mucho
lo establecido en el preconteo del 11 de marzo.
Pero recordemos también
que Cambio Radical perdió un senador, Antonio Guerra, y en su
lugar entra, Ana María Castañeda. El CD confirmó a José
Obdulio Gaviria como el senador 19 de su lista abierta. Hubo 4.000
reclamaciones tramitadas, y la impugnación de la primera vuelta electoral.
Con estas sumas y restas
de última hora, hay preguntas acerca del porqué de tales variaciones en las
cuentas del 11 de marzo. Más la doble paradoja, en dos orillas opuestas, de la
autorización de credencial para Jesús Santrich, detenido a órdenes de la
Fiscalía por cargos de narcotráfico hechos por una autoridad estadounidense con
el pedido de extradición; y la otra es la credencial para la conservadora Aída
Merlano, a quien el mismo día la Corte Suprema cita para responder a cargos.
En la sesión del viernes
se presentó la protesta de Gloria Flórez, quien era senadora, según los votos
contabilizados hasta el día jueves, pero el CNE no validó tal votación. Así que
Gloria se sentó en medio de Gustavo Petro y Ángela María Robledo
Cifras y estrategias en la
guerra de posiciones en la sociedad política
“La movilización social se
va a incentivar en este gobierno.” Alexander López, senador PDA.
Las cifras totales del
nuevo congreso son 108 senadores, y 172 representantes, donde aparecen
contemplados tantos los congresistas de la Farc, como los senadores y
representante del movimiento de cristianos Colombia Justa Libres, que no
aparecía en el preconteo, convertida en la gran sorpresa, cuyo ingreso afectó
las aspiraciones de igual número de congresistas.
Ellos son los que el
viernes decidirán voto a voto, quienes presidirán las cámaras y las diferentes
comisiones legislativas. Resolverán en parte el misterio de cuánto control
podrá tener el poder ejecutivo en cabeza de Duque, para adelantar sus programas
de contrarreforma publicitados en campaña.
Se anunció que hubo un
acuerdo para las presidencias de las cámaras, que se convalidará del siguiente
modo: el primer año, la presidencia del senado la tendrá el CD, el Liberalismo
la de la Cámara, y el segundo año, el Liberalismo presidirá el senado, mientras
que el CD tendrá la cámara. La Comisión 7a. la presidirá el CD, la 1a. los
Conservadores, y la 2a., el Liberalismo.
La oposición que tiene el
liderazgo político de Gustavo Petro presentará el listado de 14 iniciativas, de
los que hacen parte 5 proyectos de reforma constitucional, y pondrá a jugar de
nuevo 4 proyectos de ley que desarrollan el Acuerdo de Paz que
quedaron congelados en la pasada legislatura.
Pero, la verdad de la oposición
es que hay tres fuerzas que se reclaman como tales, para señalar su
independencia, uno el sector que lidera la Colombia Humana, mientras que el
PDA, con el liderazgo de Robledo, y la Alianza Verde con la vocería de Claudia
López, harán lo propio. Habrá, claro, puntos de convergencia, que se expresan
en la bancada por la paz, y en la consulta anticorrupción, que será la segunda
prueba electoral, el próximo 26 de agosto.
En el inicio de la sesión
del 20 de julio, hay la novedad de la no presencia de Santrich, porque está
detenido, y tiene 8 días para resolver su situación, al igual que Iván Márquez,
quien anunció días atrás que no se posesionará, mientras permanece en
Miravalle, en espera de cómo se resuelva la situación de su compañero del
partido FARC, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Lo más seguro es que
ambos renunciarán para que la Farc no pierda esas curules.
Es igualmente cierto que
el Congreso no representa una renovación efectiva, casi el 40 % repite en el
senado, y hay, sí, 29% de senadores nuevos. En la Cámara repite el 32 %, y hay
una renovación cercana al 20%. Es evidente que la representación de las mujeres
sigue siendo minoritaria, por lo que lo dispuesto en la ley de cuotas sigue sin
cumplirse, porque en las votaciones los electores no favorecen la elección de
mujeres candidatas.
La disputa hegemónica en
un Estado ampliado imperfecto
Fuente:http://www.eltiempo.com/opinion/caricaturas/matador/mes-de-cometas-uribe-y-duque-255352
“Hay que ayudar a que el
gobierno del presidente Duque sea un éxito.” Álvaro Uribe, senador.
“Tenemos más territorio
que estado.” Jaime Castro.
“Un congreso pluralista,
abigarrado, como diría Gabo… que da cuenta de la democracia colombiana.” Juan
Manuel Santos, en el discurso de instalación del Congreso.
Ángela María Robledo, con
la camiseta, “no más muertes para líderes sociales”, exigió silencio a los
congresistas que aplaudieron la repuesta de presente dada por el senador Álvaro
Uribe, porque está prohibido hacerlo en esta ceremonia protocolaria.
El periodista Plinio
Apuleyo Mendoza, periodista e intelectual al servicio de la reacción
colombiana, valiéndose de lo dicho por un corresponsal francés, en su escrito
La manzana envenenada, reprodujo la cita: “Esto parece un país en guerra.” Para
insistir luego, el antiguo intelectual izquierdista, que se habla de la paz,
pero señala, “no veo en los periódicos del país ni en los noticieros de
televisión nada de esa famosa paz, sino…terribles hechos de violencia.”
Para un historiador
conservador, Eduardo Posada Carbó, que escribe regularmente una columna, el
nuevo pacto, que se parece a los diversos frentes nacionales que estudió el
sociólogo Fernando Guillén Martínez, autor del Poder Político en
Colombia, una obra de regular y obligada consulta, explora tales
condiciones, a raíz de la invitación hecha por el presidente electo en “la
cumbre Concordia”.
Él insiste que la Colombia
de hoy, sin embargo, no es la moderación sino la pasión y los extremos.
Advirtiendo a su modo, que la novedad es la presencia de una oposición
poderosa, pero no suficiente para haber afectado en algo la composición
directiva del Congreso, el poder legislativo.
Mucho menos tiene fuerza
efectiva la oposición en sus tendencias progresista, centro e izquierda, en el
poder judicial, y en los órganos de control y vigilancia que componen el actual
sistema político colombiano. El régimen presidencial reformado cumple 27 años
de existencia, cuando se promulgó y sancionó la participación política en el
articulado de la nueva constitución que derogó la cuasi centenaria nacida en
1886.
Posada Carbó habla de
derecha e izquierda, y trata de explorar sus fuentes doctrinales, y sus
proyecciones actuales. Para lo cual, Eduardo echa mano al gran pensador
conservador Carl Schmitt, “para quien la política y el conflicto son una misma
cosa.”
Pero, a él le preocupa con
quién podrá establecer su pacto, el ganador, Iván Duque, y sobre qué temas. En
todo caso la interpelación en la cumbre derechista Concordia tenía dos
destinatarios, el sector privado y la sociedad civil. El analista no se
equivoca sobre este particular, pues define el escenario principal de la
disputa hegemónica en el posconflicto, la otra superestructura compleja, la
sociedad civil, donde el consenso y no la dominación, la imposición, es lo
fundamental.
El punto de encuentro
posible, para este diálogo entre reacción, centro y progresismo es el
desarrollo del país, pero los programas, en apariencia, son inconciliables.
Aunque ninguna de las tres tendencias principales tiene una manifiesta posición
anticapitalista. Está entronizado el capitalismo en el sentido común hegemónico
en la sociedad civil de la Colombia sometida al “evangelio” neoliberal.
¿De la guerra a cuál paz?
El historiador conservador
nada dice de la prioridad de la paz, pero, en cambio, sí habla de un acuerdo
mínimo de “respeto a la vida, seguridad ciudadana, libertad y justicia, y
estabilidad política”. Sobre el particular, invita al presidente a que
responda, aunque no lo dice, a la invitación previa hecha por el “jefe natural”
de la oposición.
Gustavo Petro, respaldado
en 8 millones de votos, anunció desde el fin de la elección presidencial que
será un senador activo, con más presencia en la calle y en las movilizaciones
convocadas contra la corrupción, y en procura de apoyo a los proyectos
legislativos, y a otro modelo de desarrollo.
La posibilidad de diálogo
y de acuerdos sobre lo fundamental se funda en la guerra de posiciones, para
sellar un posible desenlace de la crisis de hegemonía del régimen
parapresidencial. Lo comparte el arquitecto burgués de la paz neoliberal, quien
se refiere a la democracia procedimental, que resuelve las controversias por
las ideas y no por la violencia, dice Santos.
Así las cosas, Santos da
la bienvenida de la Farc a la democracia. También interpela a la Oposición, y
las garantías que le fueron otorgadas en el estatuto que él finalmente
sancionó. Se ufana de que el Congreso actual “entra por fin en el siglo XXI, y
la democracia llega fortalecida en la nueva era.”
El desenlace de la crisis,
según Santos, tiene dos herramientas fundamentales, estado y mercado, esto es,
en términos de Gramsci, las instituciones y funciones de la sociedad política y
sociedad civil, las superestructuras complejas que conforman un específico
estado ampliado en construcción.
Hoy, en el tránsito de la
guerra a la paz, una y otra tienen que ser recompuestas, porque el sentido
común de los subalternos está en disputa, y en creciente y probada rebeldía,
armada y desarmada. Pero, en el año 2018, tiene la defensa y la interpelación de
una intelectualidad orgánica en ciernes, por fuera del bipartidismo, que ha
sufrido una derrota efectiva en su control hegemónico tradicional, expresada en
los resultados electorales por ambos partidos, el conservador y el liberal.
Aunque, en los hechos, las
realidades locales, regionales y departamentales tienen en la pararepública una
trinchera reaccionaria y de derecha, porque allí a lo largo de 12 años de este
milenio se edificó la fórmula de la pararepública, que es un componente del
régimen parapresidencial que no fue desmontado durante las dos presidencias
consagradas a la paz neoliberal, por el presidente que ahora se despide.
No ha sido quebrado el
bloque de poder, que tiene en la relación de fuerzas en el campo las claves del
orden antiguo, tradicional, del que es expresión cabal el Centro Democrático y
los partidos Liberal y Conservador.
El problema de la
desigualdad social es la vértebra que es necesario quebrar. La cuota inicial en
procura de la promesa constitucional consagrada en el art. 13, hace 27 años, lo
marcará el resultado de la consulta anti-corrupción. Pero, el triunfo
presidencial de Iván Duque vuelve a impedirlo, por lo que la nueva hegemonía de
los grupos y clases subalternas en la guerra de posiciones democrática dará la
última palabra con su acción consecuente.
El bloque histórico
alternativo, del que la bancada por la paz es expresión, y las fuerzas de
oposición en su pluralidad, semillero de la intelectualidad orgánica que se
requiere, forzará con su presencia firme y beligerante, que se acabe con la
impunidad, y que se avance en la reforma intelectual y moral, esto es, en la
transformación del sentido común neoliberal que es hegemónico en la conciencia
de los simples, para darle fuerza y raigambre a la disposición efectiva para
conseguir una hegemonía integral, que requiere que también lo sea en lo
económico.
Se necesita fundir la masa
del pueblo en un todo, es lo que dice Santos, citando a Bolívar; y fija, el
escenario principal de la disputa hegemónica, la forja de una compleja voluntad
nacional popular que permita pasar de la paz neoliberal a la paz subalterna,
antesala necesaria, ineludible de la paz democrática.
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