Por Cristo Vergel, líder
sindical de SINTRAINAGRO – Seccional Minas
San Alberto – Cesar, 15 de
junio de 2017
En el primer trimestre de 1961 se sembraron las primeras plántulas de palma africana en el sur del Cesar. Fue en las poblaciones de San Alberto y Minas donde se instalaron las nacientes empresas Indupalma S.A. y Palmas Oleaginosas Hipinto S.A. respectivamente, llegando así los primeros cultivos de la aún incipiente industria de la palma de aceite, porque en esta parte del país apenas empezaba a formarse como industria.
Fuente: Cristo Vergel
El inicio de esta
industria sugería un cambio sustancial en la economía local, cargada de
desarrollo y progreso para la región y sus habitantes. Cosa difícil esta
última, pues la forma de relacionamiento laboral que se implementó terminaría
por beneficiar sólo a los contratistas, y por prácticamente esclavizar a la
mayoría de trabajadores que proveían la mano de obra, y digo esclavizar porque
estos trabajadores su salario les alcanzaba escasamente para mal comer y
malvivir, no tenían dotación, elementos de protección personal, seguridad
social, casino y trabajaban de sol a sol sin ninguna esperanza de progreso,
siempre bajo la dura ley que la empresa imponía.
Cuando hablo de
relacionamiento laboral me refiero a la forma o modelo de contratación, para
los inicios de esta industria, el modelo fue la figura de contratistas, un
modelo que desconocía cualquier vínculo laboral con estas empresas y por ende
cualquier tipo de responsabilidad contractual. La figura funcionaba de la
siguiente manera, las empresas identificaban los trabajadores con cualidades de
liderazgo, y les encargaban la tarea de conseguir trabajadores, y de ahí en
adelante todas las órdenes e instrucciones se harían a través de ellos, pero ni
ellos mismos eran trabajadores directos de la empresa. Su posición
de contratistas les permitía obtener más ganancias a costo de los demás
trabajadores, a quienes pagaban muy poco o en ocasiones incumplían los pagos
acordados.
La cosa les salió muy bien
y funcionaba de maravilla, claro, para los empresarios y los contratistas, pero
para los trabajadores la cosa era otro cuento, trabajar por muy poca paga o en
ocasiones sin ella, a medio comer, sin dotaciones, ustedes no lo van a creer,
pero había trabajadores que laboraban descalzos y sin camisa, sin ningún tipo
de seguridad social, sin ningún tipo de esperanza de cambio, la situación era
dura, dura de verdad.
Y si la situación de estos
hombres les parece dura, déjenme decirles que para las mujeres la cosa era
peor, y en doble medida, pues su trabajo valía la mitad y las humillaban el
doble por el sólo hecho de ser mujeres, y de los niños ni qué decir la cosa era
más dura todavía, y ustedes dirán, pero ¿Cómo? ¿Niños? Pues sí, los niños
trabajaban también en las plantaciones desde la edad de 10 años, yo mismo
trabajé en ellas desde los 12 años, es algo de no creer, pero es verdad, una
cruda verdad que nunca ha debido ser, pero fue y constituye uno de los
atentados y violaciones más graves a los derechos de los niños, pues el trabajo
nos robó la infancia.
Pero las cosas terminan
por llegar a un punto donde ya no pueden empeorar más, y es allí donde el
espíritu humano nos llena de fuerza y de coraje y saca a flote nuestra dignidad
y nos empuja a luchar por libertarnos de las cadenas de la opresión.
Entonces, en el año 1977
luego de ya varios intentos fallidos los 1500 trabajadores explotados en
Indupalma logran organizase en un sindicato que se llamó Asintraindupalma, y
por medio de una huelga que se prolongó por 32 días derrocan por completo el
abominable sistema de contratistas y consiguen la que sería una de las mejores
convenciones colectivas de la historia, el reconocimiento del sindicato, los
contratos directos y a término indefinido de la totalidad de sus trabajadores,
el reconocimiento de la totalidad de los derechos laborales y un gran número de
beneficios extralegales.
En medio del desarrollo de
la huelga el grupo insurgente M-19 secuestró el gerente de la empresa Indupalma
y pedía como condición para liberarlo solucionar el conflicto colectivo,
condición que se cumplió y el pliego de peticiones fue negociado. Es necesario
aclarar que este grupo insurgente realizó esta acción política de manera
autónoma sin injerencia de los trabajadores, sin embargo, la empresa realizo
las acciones jurídicas necesarias para vincular a los trabajadores con el
secuestro. Este hecho solucionó la huelga, pero generó grandes líos jurídicos
para el sindicato, afortunadamente las autoridades lograron establecer que el
sindicato no tuvo nada que ver con el secuestro.
Bueno en Indupalma se
logró, pero ¿qué pasó en Hipinlandia? Pues nada, a nosotros todavía no nos
tocaba, tuvimos que soportar ocho años más, y en 1985 logramos replicar la
victoria lograda en Indupalma y aprovechando el auge del sindicalismo
desterramos también el fenómeno de los contratistas. Pero esta victoria no fue
nada fácil, fue necesario una huelga de 62 días y diferentes acciones políticas
como marchas, caminatas, protestas públicas y la más importante, la toma
pacífica del consulado Español con sede en Bucaramanga de donde fuimos
desalojados violentamente por la policía y trasladados a la cárcel Modelo.
Gracias al escándalo que
generó esta acción se logró visibilizar el conflicto y la empresa se vio
obligada a sentarse a negociar. Como estábamos en la cárcel se hicieron los
arreglos para instalar la mesa de negociaciones en el centro carcelario, pero
gracias a que el vicecónsul no presentó cargos fuimos liberados antes de iniciar
las negociaciones. Aún hoy me da gracia la idea que significaría firmar una
convención colectiva en la cárcel.
Pero este triunfo no duró
mucho, a inicios de los años noventa, el sindicalismo fue duramente golpeado
por el creciente fenómeno del paramilitarismo quien perseguía cualquier viso
revolucionario en las comunidades, y el sindicalismo que siempre fue asociado
con las guerrillas era un blanco ideal. Así sufrimos una de las más duras
campañas de exterminio, situación que terminó por limitar la acción sindical al
punto que las convenciones colectivas solo giraban en torno a un escaso aumento
salarial.
El ya muy complicado orden
público disminuyó la capacidad de lucha de los sindicatos y trabajadores, esto
fue aprovechado por las empresas, quienes apoyándose en la Ley 79 de 1988 decidieron
dar el paso hacia la búsqueda de la erradicación del sindicalismo en la región.
Así las cosas, Indupalma en 1996 da un vuelco al sistema de
contratación vigente, y cambia en su totalidad los contratos del personal que
laboraba en el campo e impone con fuerza y vigor el sistema cooperativo dando
término aproximadamente a dos mil empleos directos para convertirlos
supuestamente en empresarios o asociados.
Y como ya era de esperarse
este modelo implementado por Indupalma también llegaría a Hipinlandia que para
la fecha ya había cambiado su razón social por Palmas del Cesar y en 1997 con
la necesidad de contratar personal para reemplazar el que había salido por
medio de un plan de retiro voluntario, aprovechando el debilitamiento del
sindicato ocasionado por la disminución de los afiliados y la presión política
generada por el orden público, deciden organizar e implementar las E.A.T
(Empresas Asociativas de Trabajo) argumentando que no era posible contratar directamente
porque les salía muy costoso. Así comenzó a implantarse nuevamente, pero con
otro nombre, el sistema de intermediación laboral ilegal en la empresa.
A diferencia de lo
ocurrido en Indupalma aquí fue de manera más escalonada. Iniciaron con cinco
(5) E.A.T. cada uno con un máximo de 10 trabajadores y sólo en actividades
específicas de la palma como la labor de mantenimiento. La organización
sindical Sintrainagro ante este hecho manifiesta a la empresa su rechazo total
a esta modalidad de contratación, de inmediato la empresa pone en marcha el
plan de poner en contra del sindicato a los trabajadores que hacían parte de
estas E.A.T. diciéndoles que el sindicato no los quería dejar trabajar, a estos
trabajadores. Para esto la empresa inició pagándoles muy bien por su
trabajo.
Esto ocasionó un choque de
intereses pues la empresa los convenció de que esa era la única forma de tener
un trabajo con la compañía y de que ellos pasaban de ser trabajadores a ser
empresarios, táctica que replicaba la ya utilizada por Rubén Darío Lizarralde
en Indupalma, todo esto con el fin de afianzar e instalar definitivamente este
modelo de contratación, los trabajadores inmersos en esta modalidad de
contratación pasaron de cincuenta a casi trescientos en un lapso de diez años.
El sistema de
intermediación laboral ilegal utilizado por las empresas palmeras de la región
con el tiempo ha ido mutando según convenga para sacarle el quite a la ley,
pasando por: el sistema de contratistas a E.A.T. (Empresas
Asociativas de trabajo), luego a C.T.A. (Cooperativas de Trabajo Asociado),
ahora S.A.S. (Sociedades Anónimas Simplificadas) Outsourcings, OPS, y el
Contrato Sindical, todas estas son
formas de precarizar el empleo, evadir las responsabilidades laborales y
eliminar las organizaciones sindicales.
El modelo de
intermediación laboral ilegal se extendería en Palmas del Cesar hasta el año
2015 cuando por medio de la lucha los trabajadores y una huelga de 87 días
logramos eliminar la intermediación ilegal. En cambio, en Indupalma no ha sido
posible pues la empresa aprovechando su poderío económico se aferra a la
sostenibilidad del modelo, donde mantiene intermediados a 1800 trabajadores,
pasando por encima de la ley, de los derechos humanos y de la dignidad de los
trabajadores, violando los principios éticos y los convenios internacionales
del trabajo.
La intermediación laboral
ilegal transgrede todo tipo de derechos y normas, degrada la economía,
desnaturaliza el trabajo, impide el desarrollo de las naciones, elimina las
libertades, maltrata la dignidad de los trabajadores y las comunidades, impide
el desarrollo humano, impide la educación y la cultura, suprime la alegría; es
una guerra silenciosa que cobra vidas porque en esencia es eso, nos impide
vivir y disfrutar la vida, además frena el desarrollo económico del país.
Por todas las razones
antes dichas, la intermediación laboral ilegal merece la más dura campaña para
lograr su erradicación, pero es necesario el concurso del gobierno, de los
trabajadores, de los empresarios, de las autoridades, de los defensores de
derechos humanos, de los estudiantes que se están formando actualmente para
engrosar las filas del trabajo, de todos absolutamente todos, porque sólo
cuando el trabajo pueda realizarse con todas las garantías y libertades, solo
allí será posible el verdadero desarrollo de las personas y el mejoramiento de
sus condiciones de vida. Sólo cuando todos logremos comprender lo
dañino que es este modelo podremos lograr un cambio sustancial, por todo esto
es imperativo cerrar filas en la lucha contra este flagelo, para como dije
antes, poder vivir, vivir con dignidad y libertad y lograr desarrollarnos
económica y socialmente.
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