COLOMBIA POSTERGADA *
Por Cristhian
Ayala García
Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia,
Grupo Participación y Presidencialismo.
Introducción: La axiología como campo
La
axiología más básica plantea los valores como cualidades que poseen las cosas,
pero en un régimen ontológico particular, donde el valor no es una cualidad
intrínseca y natural, no fija su atención simplemente en lo fáctico, sino en el
producto cultural que se genera con lo real en las relaciones sociales.
Tal
vez el ensayo más importante que ha buscado develar la estructura axiológica de
la realidad colombiana fue el elaborado por Alejandro López Restrepo, en su
obra “Problemas colombianos”, donde denotaba la “carencia de un ethos secular”
, de esta manera diferenciaba el desarrollo socio histórico colombiano del de
los países más desarrollados, donde esa tensión entre el cristianismo y el
laicismo se había resuelto en favor de los segundos, esto había facilitado toda
una apuesta ética en virtud de un “capitalismo moderno”.
Pero
para adentrarse al terreno de la axiología, entendida esta como el estudio de
los valores, además de sintonizarlo con la política colombiana y la
caracterización de las elites es necesario construir un breve marco que nos
permita entender algunas referencias frente al estudio de los valores, y ya
después de describir la forma en que operan esos valores en la política
colombiana, estas encarnadas en las disputas de poder entre múltiples proyectos
pero que por facilidad analítica dividiremos en dos ideas generales: el
proyecto progresista y el proyecto conservador.
Si
bien por facilidad analítica usaremos este recurso, la obra de Rubén Jaramillo
Vélez da cuenta de que la realidad colombiana era más rica y compleja, y se
encuentran un montón de tensiones incluso al interior de estas dos grandes
ideas generales que eran el componente del proyecto cristalizado de las
diferentes elites en Colombia.
Nos
interesa elevar la discusión al plano de lo contemporáneo, sin desconocer que
esta reflexión esta nutrida por una fenomenología que tiene como eje medular
algunas preguntas formuladas por la modernidad y la razón como imposición de la
humanidad. En esta vía algunas ideas del filósofo Immanuel Kant nos ayudarán a
caminar en el campo de los valores, gracias a su preocupación por formular una
ética de la razón pura, que sobrepasara el elemento empírico de lo objetivo y
se universalice por medio de la razón, esta última sería la herramienta
fundamental para romper con el empirismo y quitarle la última palabra frente al
control del sentido de lo humano.
Es
la razón como elemento fundante de la modernidad la que precisamente supera las
simples cualidades y da paso al terreno del “valor”, ya que estas primeras
dejan de ser medidas por sí mismas y se incrustan en el terreno de la buena
voluntad como categoría elevada y bien incondicionado. Más adelante sentaremos
posición sobre estas bases kantianas, sobre todo en la polémica con Scheler.
Para
iniciar en el campo de la axiología partamos de una idea bastante flexible de
este campo de la filosofía, en particular la que encarna el filósofo alemán
Friedrich Nietzsche, donde el sentido de lo humano se debe interpretar más allá
del bien y del mal (el esquema de valores clásico en el que las cosas se deben
entender de manera objetiva a partir de la dicotomía entre lo bueno y lo malo),
se trata de entender las verdades como producto de la fuerza de un
planteamiento en determinado momento histórico, en otras palabras se trata de
historizar y no universalizar lo bueno y lo malo.
Esta
axiología donde “valorar es crear” en
palabras de Jiménez Moreno, está fundamentada en una valoración activa de las
situaciones según como se ven afectados los diferentes sujetos. La actividad
valorativa es central para los humanos en cuanto permite una razón de ser y la
construcción de comunidad en torno a unas ideas comunes de sociedad, este fenómeno
tiene en consecuencias en los múltiples campos de la vida social, estas
consecuencias se resuelven fundamentalmente en el campo de la política y en la
lucha por la hegemonía. Se debe tener en cuenta que los valores reflejan un
proyecto existencial, la creación de valores ante la “muerte de dios”
nietzscheana se convierte en la forma de tener una vida llevadera. A diferencia
de Kant, con este enfoque se supera el determinismo y se pasa al pluralismo de
los valores.
“En
verdad, los hombres se dieron a sí mismos todo su bien y todo su mal. En
verdad, no lo tomaron, ni los encontraron, no les cayó una voz del cielo.” Esta es la máxima que atraviesa la idea en
torno al surgimiento y transmutación de los valores en los humanos, el hombre
es el que valora en ese sentido de lo humano nietzscheano. Aunque en Nietzsche
esta valoración también tendría una relación dinámica a medida que se libran
las tensiones, en un sentido más hegeliano, partiendo de la pretensión
permanente de los sujetos de lograr un engrandecimiento de sus valores morales
(pretensión que precisamente es la que libra las tensiones sociales), estos
sujetos después librados en el campo de las diferentes relaciones sociales ya
se someten a una transformación y en el surgimiento de nuevos valores.
Lo subjetivo,
a diferencia de las vertientes más ortodoxas que tienden a objetivar al máximo
la esencia de lo humano, entre a jugar un papel más importante, ya que los
diferentes valores innegables que se imponen, a la hora de distinguir aspectos
de la vida social y colombiana, no solo está determinado por factores
objetivos, sino por el conjunto de las relaciones sociales, esto hace que cada
subjetividad aunque tenga elementos comunes con otras subjetividades, por el
camino de la experiencia (de nuevo, en lógica hegeliana) construya aspectos
propios y diferenciadores del resto, una nueva experiencia trata de interpelar
los valores construidos. El pensar se convierte en la acción que da cuenta de
valores positivos y negativos en una subjetividad.
Edmund
Husserl y Max Scheler, introducen el “valor” como noción central de las
diferentes doctrinas éticas, además en el prólogo inicial de la ética material
de los valores aparece esa idea de fundamentación en positivo esto es de la
ética desde el punto de vista filosófico, donde recogiendo aspectos
nietzscheanos y controvirtiéndolos con la idea kantiana se desarrolló a un
punto nuevo que vale tener en cuenta en el terreno axiológico.
En
esta axiología contemporánea, es importante tener en cuenta que los fenómenos
de valor no solo son grandes en número sino variados en planteamiento, al punto
que se pueden clasificar en mayor y menor número de semejanzas y diferencias
partir de las diversidades valorativas (cultura, religión, ética, etc.).
Además, con principios que develan relaciones jerárquicas que también varían
con respecto a la obligación moral del sentido de lo humano, y, por último, un
elemento fundamental y es la idea de que a cada valor le corresponde un
disvalor que a su vez cuenta con relaciones jerárquicas respecto a otros
disvalores.
Es
importante aclarar que, aunque este nuevo campo de la axiología tiene como
categoría central de análisis al valor, este no es el único fundamento del
sentido de lo humano que es, otra ruptura importante con la idea del ethos kantiano.
Al igual que la física relativa con respecto a la física mecánica, en cuanto se
cuestiona el tiempo y el espacio los universales dejan de existir.
Para
entender el aporte de Scheler a la discusión hay que traer a colación otro
aspecto de la forma kantiana de interpretar el mundo de la acción valorativa,
la herramienta más grande del universo de Kant, el imperativo categórico. La
idea de que todo principio ético es empírico y se rige bajo una estricta
universalidad ha sido de los elementos más polémicos de las diferentes
disertaciones con Kant; el principio fundamental y ultimo de este ethos
kantiano parte de la idea de que el ser humano debe obrar “solo según una
máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal”.
Esto como criterio de legitimidad de la acción de los humanos, esto a través de
la idea de “placer práctico”.
Para
Scheler, el placer practico kantiano este forzado con el empirismo y a partir
de ahí construye su conocimiento, de esta manera Kant vuelve a objetivar el
sentido de lo humano, y quitando elementos a priori ya que la ética solo es
planteada desde las cualidades fácticas, percepción que reduce la posibilidad
de vincular al análisis las cualidades de valor. Scheler más que interesarse
por la diferencia descriptiva de las cosas, busca la posibilidad de entender el
ethos en una dimensión más compleja. La condición apriórica de esta nueva ética
material de los valores relaciona de manera directa la idea de “valor” con la
idea de “deber”.
El
papel de la acción política y las posiciones de los sujetos emergen de este
dialogo entre el “valor” y el “deber”, las posiciones de los sujetos se
orientan en esta trama constante que da sentido a su vida en el marco de una
infinita variabilidad de marcos normativos, mientras esto se lee más a la luz
de las realidades más compleja y nutritiva se entorna esta idea, trataremos de
ver este componente axiológico a la luz de algunos hechos de Colombia en su
fase republicana.
La postergación
Lo
viejo se resiste a morir, aquella máxima del pensamiento heterodoxo que deja de
ver el mundo de manera mecánica y unicausal para entenderlo en sus múltiples
dimensiones, pareciera ser parte de los últimos años de historia “republicana”
en nuestro país.
Desde
la independencia proyectos de progreso han tratado de tomar las riendas del
país, pero son derrotados en el campo de la política, esta última entendida
como el campo donde se desarrollan las tensiones de la sociedad y se libran en
una batalla de fuerzas donde varias componentes entran a jugar.
Un
componente importante a la hora de librar batallas políticas, como las que las
diferentes elites se jugaron en la historia colombiana es el componente
axiológico de los actores que se la juegan en la acción política. Para el caso
colombiano, esa matriz axiológica ha permitido a la visión conservadora (los
abanderados de lo viejo que se resiste a morir) imponerse en las diferentes
batallas, lo que en palabras del filósofo colombiano Rubén Jaramillo Vélez, se
denomina como “la modernidad postergada”, ésta entendida como el proceso
sociohistórico de la nación colombiana.
La
heterogeneidad de los diferentes sujetos hace que incluso en grupos que a
simple vista u “objetivamente” aparentan similitud, se desarrollen tensiones de
diferente tipo, muchas de ellas ligada a las diferentes escalas de valores que
atraviesan las apuestas éticas de la humanidad. Por supuesto las elites en
Colombia pueden configurarse como un gran ejemplo sociohistórico de esas
tensiones axiológicas que se encuentran en los sujetos.
Este
capítulo busca dar cuenta de esa estructura axiológica de las elites en
Colombia y por qué las diferentes tensiones, enmarcadas en una lucha política
en un terreno axiológico más amplio (conjunto de la sociedad colombiana) en el
terreno sociohistórico ha dado gran fuerza y dinámica a la política, así como
ha determinado gran parte de las tensiones en Colombia y su proceso de
construcción de Estado-nación.
Colombia
no se ha mantenido en un pasado, pero tampoco ha vivido un ciclo de progreso
adecuado, a diferencia de otros países incluso en América Latina. Estas
cuestiones sirven como elemento analítico para entender por qué los diferentes
procesos de “modernización” en Colombia han librado dificultades, incluso al
punto de ser derrotadas históricamente.
Una axiología de las elites en Macondo
Para
construir algunos antecedentes claves que nos sirvan como herramienta de
análisis de los diferentes marcos normativos de las elites en Colombia,
tomaremos como referencia una justificación central que el filósofo colombiano
Rubén Jaramillo Vélez, da a la postergación del proyecto moderno en Colombia,
esta es la existencia de la mentalidad hispánica producto del proceso de
colonización propio.
Jaramillo
Vélez en su importante obra pareciera que entrara en sintonía con la idea del
alemán Walter Benjamín, que sostenía que cada ascenso de una restauración
conservadora (en palabras de benjamín, “fascismo”) daba testimonio de una
revolución fallida, Colombia no sería una excepción a esta regla en su fase
republicana, el temor al cambio del mundo en varias circunstancias es la que
habría suscitado la idea de una modernidad postergada.
Pero
traeré al filósofo colombiano a colación para describir su perspectiva de
origen de las estructuras axiológicas de los colombianos, a raíz del proceso de
colonización de España; es importante partir de la diferenciación de la
dinámica de las colonias españolas a las de otros países del mundo como Francia
o Inglaterra, que, por sus procesos propios de modernización capitalista,
diferencio los valores axiológicos que deposito en sus procesos de
colonización.
Las
elites españolas, a diferencia de las elites del centro de Europa, no se habían
amoldado a la idea principal de las revoluciones liberales de modernización
política y económica, no había logrado interiorizar la idea universal que la
modernidad naciente había abanderado. España no se había involucrado en mayor
proporción con la “ética protestante” de la revolución luterana, la
modernización política de los rebeldes franceses que habían cortado la cabeza a
Luis XVI para sentar las bases de una república, o del proceso de
industrialización que los clásicos de la economía política habían proyectado,
esto último por que el país ibérico baso su economía en una política
extractivista de sus colonias en ultramar. Diría Puigross que producto de esto
el pensamiento español “se enquisto en dogmas teológicos y la omnipresente
inquisición arranco todo brote de conciencia revolucionaria”.
La
precariedad de la actividad económica en las colonias, sumado a un ethos que
despreciaba las ideas de cambio son ese legado que la forma de ver el mundo del
Imperio Español introduce en ese originario Ethos Colombiano. Por supuesto,
como lo demuestra Jaramillo Vélez en su obra, esto no significaría una
generalización de la sociedad a un nivel casi que universal, sin embargo, esta
visión ética del sentido de lo humano debe ser tenida en cuenta en clave de las
elites políticas que después del proceso de independencia tratan de enarbolar
diversos proyectos en un país con un fuerte arraigo en muchas tradiciones de la
mentalidad española construida durante la colonia.
Bipartidismo axiológico de las elites
El
proceso de independencia, motivado en parte por las coyunturas políticas de
Europa y Estados Unidos, además de los vejámenes de la corona española, hizo
surgir una primera división política naciente en los albores de esta república,
la división entre federalistas y centralistas, sin embargo si esta
diferenciación existía, no llegaría a tener a fuerza en términos de valores axiológicos que si logro la evolución
de esta división política, en la concreción de los dos grandes partidos
tradicionales, este aspecto habría de determinar gran parte de las tensiones en
la construcción de la nación colombiana.
Es
difícil encasillar que partido tradicional recogía plenamente el legado del
centralismo y el legado del federalismo, si bien se suele asociar el proyecto
conservador con los que propendían por un poder central fuerte y sólido, y a
los liberales con los promotores de la descentralización del poder, este
encasillamiento no era total.
Sin
embargo, podemos afirmar que la fundación de los dos partidos tradicionales se
dio por la necesidad de expresar la mentalidad y los diferentes intereses de
las elites que, por supuesto también estaba atravesada por el establecimiento
de un sistema aceptable en términos institucionales para el conjunto de estas
elites, recordemos que como nuestro interés está en clave axiológica, esto es
importante entenderlo en el terreno de lo historio.
Ya
que esta discusión atravesaba un punto de vista ligado a la forma de
organización del estado y el papel de la constitución de elites en diversos
niveles, lo que desemboco la constitución de los dos partidos tradicionales fue
la organización de las diferencias valorativas de la sociedad colombiana, que
si bien estaban latentes, no estaban cristalizadas en sectores sociales que
además emprendieran una lucha política para hacer de su relato, el relato
universal de la sociedad colombiana, esto último es importante para aclarar que
la pretensión de los partidos siempre ha sido esa. Por supuesto, en pleno S.
XIX y después del fuerte poderío colonial que había logrado la iglesia, este
iba a ser el punto central de las diferencias marcadas en los proyectos de las
elites.
Por
un lado, el partido liberal seria fundado por Ezequiel Rojas en 1848, su
artículo fundacional seria conocido como “La razón de mi voto”, que sería
publicado en el periódico Aviso que los aspectos fundamentales que
constituirían el ideario liberal serian la idea de un estado laico y separado
de la religión, la defensa de los derechos y las libertades públicas y el
respeto a la ley.
Las
ideas utilitarias de Jeremías Bentham, en clave de superar cualquier vicisitud
de estado colonial, de inspiración en las ideas ilustradas de un estado
representativo con división de poderes y mayor número de libertades públicas
para los ciudadanos, mostraban de entrada un Ethos que se empezaba a constituir
y que era contrario precisamente a la visión ética del mundo que se había
heredado de España, ya que su raíz naciente contenía un mayor legado de los
procesos revolucionarios de Europa central. Las doctrinas del libre cambio y la
ampliación de mercados también eran un aspecto central de las nacientes
reivindicaciones liberales.
David
Roll plantea en su análisis sobre los dos partidos tradicionales en Colombia
una clave importante en la diferenciación de los dos proyectos axiológicos
encontrados, donde su fundamentación inicial en el caso del liberalismo se
desprende de la idea de oponerse a la construcción de un partido que defienda
la conservación del “status quo”, que tenía como sujetos claves en su momento
en el poder de la Iglesia y los terratenientes. Por el lado del Partido
Conservador Colombiano, segundo gran bloque político durante gran parte de la
historia republicana de Colombia se tiene como documento de origen y punto de
referencia para entender sus ideas la declaratoria política redactada por
Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro en octubre de 1849 y oficializada
en el periódico “La civilización”.
Esta
primera proclama política daba cuenta de que este naciente partido tenía mucho
por conservar, entre esas cosas la sociedad jerarquizada que era producto de la
colonia y que persistía después de la independencia del país. Estas premisas
estaban acompañadas de las ideas de defensa de “el orden constitucional, la
legalidad, la moralidad cristiana, la propiedad, la seguridad, la igualdad
legal y la tolerancia real”.
En
principio estos aspectos no serían antagónicos a los que propugnaban las ideas
liberales, sin embargo, fueron las mismas condiciones políticas y sobre todo
los sectores que abanderaban las ideas conservadoras las que incidirían en el
maíz opositor y contrario al de las ideas liberales, de las cuales se
propugnaba que llevarían el país a una condición anárquica. En muchas
circunstancias el partido conservador fue la fuerza que se hizo con el poder
político con la promesa de derribar algunas reformas impulsadas por los
liberales que de esta manera favorecían a sectores específicos.
Esta
división política de la sociedad en términos analíticos podrían ayudar a
diferenciar los grandes bloques de proyectos encontrados para el país, empero
hay que tener en cuenta algunos elementos en la constitución de estos partidos,
sobre todo en términos de similitudes, como lo es su carácter pluriclasista de
estos partidos y las diferentes tensiones que también se encuentran en su
interior, estas últimas al punto de que
en diferentes circunstancias de la vida política nacional surge una
indefinición ideológica marcada, sobre todo en momentos donde el poder político
es compartido con sus homólogos liberales, aunque en otros momentos la
reagrupación de los diferentes partidos tiene como eje el delimitar de nuevo
los distintos proyectos de país.
Esta
indefinición ideológica también trastoca aspectos que se logran ver de mejor
manera en la relación de los dos partidos tradicionales con la política local
de los diferentes territorios, donde en aras de mantener a sus diferentes
electores adoptan políticas de programas contrarios. De esta manera podemos ver
conservatismos con una agenda social muy nutrida o liberalismos que en materia
económica comparten planteamientos del ala conservadora.
Principales tensiones en proyectos
éticos de las elites
Después
de la constitución de los dos principales partidos políticos en Colombia, a
mediados del S. XIX, se logra dilucidar la cristalización de los proyectos
éticos de las elites, que más allá de las diferentes proclamas abanderadas por
las dos agrupaciones, que podían varias según las diferentes circunstancias,
tenían un punto nodal de separación en el denominado “problema religioso” .
Es
importante tener en cuenta, que aunque el problema pareciera una cuestión
metafísica frente a una creencia, en verdad era el reflejo de diferentes
intereses y tensiones en torno a la propiedad y el poder que había logrado la
iglesia por el papel importante que jugó en Colombia durante el periodo
colonial, ante esto, diversos grupos liberales, en su busca del debilitamiento
del estado y las instituciones coloniales, propugnaron ya después de creados
los partidos por la consecución de un estado laico y por arrebatar el poder
ideológico, político y económico al régimen eclesiástico, esto sirve para
mostrar el componente material de los fundamentos éticos, que en el caso de los
liberales se diferenciaba en diversos grados. El S. XIX produjo un gran número
de disputas regionales y guerras civiles sustentadas en esta diferencia.
Salvo
esta diferenciación tajante y teniendo presente el contenido de las diferentes
proclamas fundacionales, la modificación doctrinaria de los partidos
tradicionales era algo usual porque estaba atada a las diferentes
circunstancias políticas, vale la pena insistir en lo heterogéneas que también
eran estas dos agrupaciones en su interior, donde por lo general se debatían
entre el conciliar con el partido adversario o radicalizar en contra de este,
esto facilito que en América Latina el bipartidismo se prolongara durante gran
parte del S. XX, ya que esta heterogeneidad permitió que en su seno se
desarrollaran los principales debates de la sociedad.
Un
ejemplo de esto seria, que la predica popular que tenía el discurso del Partido
Liberal en la segunda mitad del S. XIX, fue la que cautivo a los artesanos que
empezaron a organizarse en sociedades democráticas y de esta manera se
adentraban en la política aprovechando la idea de igualdad fomentada por el
liberalismo.
La
segunda mitad del S. XIX empezó con un gobierno de perspectiva liberal que tuvo
su momento cúspide en lo que se conocieron como los gobiernos del Olimpo
radical, que, en su misión de debilitar el estado colonial, empezaron a
implementar medidas de transformación del estado, siendo la principal la lógica
de descentralización territorial sustentada en un gobierno federal, con rentas
públicas en favor de las diferentes elites locales que constituían los
diferentes estados soberanos.
El
conservatismo en esta época propugno por un gobierno central y un ejecutivo
fuerte ya que no compartían modificaciones abruptas que pudieran conmover las
diferentes estructuras sociales. Los liberales pusieron como eje central de su
visión jurídica de la sociedad los principios liberales que construyeron en
Rionegro, donde se fomentaron diferentes libertades individuales y se abolió la
pena de muerte.
El
liberalismo radical también implemento y fomento diferentes políticas
librecambistas, como la reducción de las tasas aduaneras, esto en función de la
ampliación de los mercados que estuvo ligada a la construcción de
infraestructura como los diferentes ferrocarriles que mejoraron las lógicas de
intercambio y comercio, lo cual beneficio a algunos sectores económicos, pero
que a su vez afecto a otros producto de la caída de las exportaciones por la
desigualdad a la hora de competir en los circuitos económicos de un capitalismo
en ciclo de afianzamiento.
La relación de los partidos con los diferentes
sectores económicos muestra que este aspecto, sin embargo, no era una línea
ideológica demarcada de manera tajante, a diferencia de la cuestión religiosa.
Estas políticas económicas también estuvieron acompañadas del surgimiento de la
banca privada con beneficios de los diferentes estados soberanos.
Sin
embargo, los gobiernos del Olimpo radical serian afectados por varios aspectos
que empezarían a dibujar un tablero político para los conservadores que debían
apropiarse de un ethos que le hiciera contrapeso al ethos liberal, de entrada
los conservadores serían los abanderados del orden y la civilización, de nada
más allá de leves modificaciones pero sin trastocar el statu quo, para
garantizar mayor estabilidad social, algo real, producto del proceso de
descentralización y el federalismo extremo de los liberales, es que proliferaba
el desorden institucional y los diferentes estados soberanos tenían unos
procesos de división profundas entre sus elites lo cual mantenía el país
fragmentado.
También
la apuesta liberal por la ampliación de mercados a partir de las políticas de
libre comercio, aunque favoreció a unos sectores, perjudico también a otros que
no contaban con un estado que ofreciera medidas más proteccionistas frente a la
producción nacional. Muchos negocios quedaron en quiebra y las exportaciones
cayeron, generando diversas crisis económicas en el país.
Esta
realidad empezó a dar fuerza a la posibilidad de una república conservadora que
se afianzo con lo que se conoce como “La regeneración”.
La
fuerza conservadora acompañada del ala liberal más moderada y que no estaba
contenta con el fracaso administrativo del federalismo y la ingobernabilidad
causada por el partido adversario, se hicieron al poder en la agonía del Olimpo
radical, esta situación desato una guerra civil, como último intento de los
liberales radicales por mantenerse como grupo gobernante, pero en 1885 serían
derrotados en la batalla de humareda; Rafael Núñez que se convirtió en un
liberal arrepentido seria el principal arquitecto de la constitución de 1886,
que se encargaría de desmontar los principios del desastre de la constitución
de Rionegro y construiría las bases de la “recuperación moral” de la sociedad
colombiana.
La
constitución de 1886 establecería un gobierno con mayores niveles de
centralización y con un carácter más autoritario, además de un ejecutivo
fortalecido y en el que recaían la mayoría de las decisiones, además
construyeron un nuevo sistema electoral que afectaría a su partido adversario y
lo marginaría de instancias importantes como el congreso de la república, que
quedo en manos de los legisladores de la regeneración.
Además
de este evidente desequilibrio de poderes, la rama judicial estaba sometida al
ejecutivo. Esta concentración de poder está basada en la idea de poner el orden
por encima de otros principios, lo que en una sociedad desestabilizada suele
ser sinónimo de formas de gobierno autoritarias.
Además,
el Partido Conservador se encargó de relucir en perspectiva hegemónica su
principal diferencia con las elites liberales, haciendo de la religión católica
la religión oficial de la nación colombiana, seguido de reformas que volvieron
a entregar poderes a la iglesia en aspectos como la oferta de derechos sociales
como la educación. Esto también derivo en la limitación de algunos derechos
individuales fomentados por los radicales liberales, se instituyo la pena de
muerte, se aplicó censura a la prensa y además se restringió el concepto
liberal de ciudadanía en uno más aristócrata, que se vio reflejado en la
limitación del voto.
La
Regeneración demostró en parte un terreno fértil pero el conservadurismo, que
encontró su principal victoria en una sociedad colombiana que a pesar de los
intentos de los liberales radicales estaba sumergida en el tradicionalismo, con
una estructura jerárquica sumamente rígida, y con un sentido común atrasado y
alejado de una concepción liberal y democrática del estado, ya que su principal
preocupación es el orden.
Para
finales del S. XIX, se vislumbraba que las medidas institucionales de la
Regeneración, no habían logrado resolver la inquietud frente a un sistema
institucional en el que todas las elites tuvieran juego, más bien logro una
nueva polarización en torno a la administración del estado, lo cual tenía descontentos
a los liberales, al punto de provocar rebeliones en diferentes estados en
oposición a los conservadores, al punto de desatar la guerra en 1899 con un
ciclo violento de gran magnitud, en la que sin embargo se volvió a poner por
encima la hegemonía conservadora, aunque con un nivel de moderación respecto a
las ideas liberales. El punto de análisis es que mientras esto sucedía en
Colombia, en América Latina las diferentes revoluciones liberales salían
triunfantes.
Espectros
Restaurada
e implementada la hegemonía conservadora producto de la regeneración de finales
del S. XIX, el ethos colombiano parecía moverse de manera diferente al del
resto de América Latina, donde los proyectos liberales habrían logrado
imponerse y desarrollar algunos aspectos de modernización necesarios en
términos económicos y políticos, al menos para sacar a sus naciones de los
diferentes atrasos coloniales.
Colombia
por su lado vivía el proceso más lento de modernización política, al punto que
los diferentes avances liberales y seculares de los países vecinos se
observaban de manera atenta por algunos sectores, sobre todo los que recogían
la herencia del liberalismo radical del S. XIX, al punto de volverlos punto de
referencia obligada en busca de una revolución liberal en el país que
modernizara el aparato político, lo secularizara y además implementara cambios
necesarios en materia económica.
Por
el ritmo al que iba América Latina, y los tres pilares modernizadores que se
fomentaban puntos de referencia importantes como México en las luchas por la
tierra, la reforma universitaria en Argentina y las diferentes reformas
laborales y surgimiento de sindicatos en los países de América, la exigencia
modernizadora en Colombia era encabezada por el movimiento agrario, el
movimiento intelectual y las diferentes bases sindicales.
Estos
diferentes movimientos replicaban la idea de recoger el legado de esas
revoluciones de América Latina y aplicarlas en su espíritu y condición al
proyecto de nación colombiano. Estas reivindicaciones en particular no podían
ser aplicadas por el gobierno de los conservadores por las bases en las que se
sustentaba, que estaban alejadas del pacto político de 1886.
En
esta condición política, que tenía un gran reflejo en la forma en que los
colombianos concebían la sociedad (para vincularlo al debate axiológico), se da
el surgimiento de los espectros de la política colombiana, en Derrida estos
espectros se dan en la aparición de lo inaparente, y se manifiestan en una
representación subjetiva y abstracta que se da en el campo del pensamiento de
los humanos, su afianzamiento por supuesto, en el terreno de los valores.
Este
aspecto espectral en la política colombiana se complementa con la dosis de
realismo mágico de la historia del país, los espectros no solo aparecen una vez
desde este periodo histórico y además no son solo de un único tipo, los
diferentes fantasmas, además, encarnan en su interior los proyectos que residen
en la estructura axiológica de la sociedad colombiana, sea para repelerlos o
sea para imponerse, como veremos desde la manifestación de la primera república
liberal del S. XX.
Un
hecho importante que no se puede pasar por alto para el entendimiento de las
diferentes tensiones políticas en la realidad colombiana es además el
surgimiento de otros dos grandes espectros de carácter global; por un lado la
revolución bolchevique y los posteriores intentos de revoluciones socialistas
en otras latitudes, y por otro lado la emergencia de los proyectos
ultranacionalistas y fascistas en la Europa, ambos procesos con punto de inicio
en la primera mitad del S.XX, justo después del suceso de la gran guerra
Europea y posteriormente conocida como primera guerra mundial.
En
esta Europa de inicios del S.XX es donde además germina la idea de Walter
Benjamín, que insistía en que cada ascenso de un fascismo traía en su interior
los despojos de una revolución fallida. El ciclo histórico de la posguerra en
Europa tenía como hecho fundamental a la toma del cielo por asalto por parte de
los bolcheviques en 1917, experiencia que además estuvo seguida de otras como
la famosa huelga de Turín o la revolución espartaquista en Alemania.
Sin
embargo, el filósofo esloveno Slavoj Zizek anotaba que, si bien podíamos como
sujetos colectivos ver la luz al final túnel, esta podía ser la de otro tren
que venía en dirección opuesta, como bien lo demostrarían muchas circunstancias
políticas de la Europa de la posguerra, donde los experimentos revolucionarios
de inspiración socialista fracasarían.
La
idea de que los trabajadores de Europa se revelaran contra los grupos
dominantes y constituyeran procesos al mando de las fuerzas vivas que
encarnaban, tal como había acontecido en Rusia, era el motor que llevo a
revolucionarios alemanes, húngaros e italianos proyectar experiencias de huelga
y levantamientos, pero a diferencia de los bolcheviques, estos fueron
derrotados.
El
levantamiento espartaquista y la república socialista de Baviera en Alemania,
la república soviética de Hungría fueron experiencias que junto a los consejos
de fabrica en Turín, quisieron expandir el horizonte de sentido de la
revolución bolchevique por toda Europa, y aunque contaron con gran apoyo
popular en un principio las diferentes circunstancias políticas las condenaron
no solo al fracaso, sino a dar pie al ascenso de las dos más grandes
contrarrevoluciones de Europa, los nazis en Alemania y los fascistas en Italia.
El
espectro que sustenta la visión del mundo conservadora se anquilosa en el
sentido común de la sociedad y pone incluso a los desposeídos del lado de los
fanatismos, como ocurrió en el auge del fascismo, donde las diferentes
frustraciones de cada contexto sirven como un caldo de cultivo muy efectivo
para imponer una visión del mundo.
No
hay nada escrito en la historia, y un breve periodo de movimiento no necesariamente
deriva en una torrencial fuerza cambiante, perder también es una posibilidad a
diferencia de lo que pensaba el marxismo más ortodoxo, que en una visión más
mecanicista de la historia pensaba que era suficiente pelear para ganar,
escenario aún más difícil cuando los cimientos del proyecto moderno entregan la
capacidad de defensa a los dominantes que además entienden la política en sus
múltiples dimensiones y son capaces de mutar y flexibilizarse con tal de
defender sus interés.
Los espectros que no eran
Posterior
a la Guerra de los mil días, los conservadores lograron el control del estado,
y de esta manera imponer la visión del mundo que en sus bases fundamentales
habían defendido en la Regeneración. Sin embargo, los diferentes cambios en la
situación política global, regional y local ameritaban una serie de cambios al
menos en la perspectiva institucional del estado colombiano. Los primeros
cambios realizados fueron los implementados por la misión Kemmerer.
La
misión Kemmerer llego a Colombia a mediados de los años 20, y trajo consigo
algunos aspectos que contribuyeron a adecuar el estado en asuntos económicos.
Un ejemplo es la fundación del Banco de la Republica para la modernización de
los sistemas bancarios a partir de un sistema central y estatal. Sin embargo,
la adecuación más importante quedo pendiente, y fue la deuda con construir
herramientas que permitieran al estado intervenir en la economía a favor del
desarrollo industrial en Colombia.
En
estos tiempos el Estado estaba financiado en su mayoría por impuestos
indirectos, la relación con respecto a los impuestos directos en 1928 era de
92%, lo que significaba un estado limitado por su perspectiva fiscal, que solo
se dedicaba al ejercicio legítimo de la violencia y con capacidad nula de
actuar en materia económica.
Esta
situación era incluso manifestada por los diferentes ministros de hacienda de
la época, que, aunque hacían parte de las toldas conservadoras, eran testigos
de primera mano de la necesidad de buscar fuentes más amplias de recursos para
sostener un estado con mayor perspectiva, no obstante, esta intención tenía un
problema, y era la posición de los terratenientes y otros sectores económicos
poderosos que no veían con buenos ojos la modificación de la estructura
tributaria del país.
Esta
situación, favoreció la posibilidad de que el Partido Liberal volviera a ser
parte del gobierno del país, en principio en cabeza de Enrique Olaya Herrera,
aunque el liberalismo más profundo se impulsó en el gobierno de Alfonso López
Pumarejo que a su vez coincidió con la composición de un congreso absolutamente
liberal.
La
“Revolución en marcha” que fue como los liberales denominaron su plan de
gobierno emprendió una serie de reformas que tenían como objetivo la solución
de la condición de atraso económico e institucional que se mantenía en el país
a pesar de las diferentes modificaciones institucionales que se habían
realizado en los anteriores gobiernos.
El
conjunto de reformas liberales que traía consigo el gobierno de López, se dio
temporalmente en consonancia con la consolidación de la revolución rusa y la
república soviética que construyeron en Oriente, esta aspecto fue el que en su
tiempo trajo a colación la oposición conservadora, a partir de la amenaza del
“fantasma bolchevique”, que denunciaban de feroces políticas socialistas a
simples herramientas para el intervencionismo de estado, el liberalismo
modernizante del proyecto liberal fue tachado de socialismo para salvaguardar
una estructura que se beneficiaba de la vieja estructura política y económica
que imperaba en el país.
Aunque
el nuevo estilo de propaganda conservadora había generado tensiones incluso
dentro del liberalismo, López Pumarejo resolvió poner a andar una serie de
modificaciones al orden legal que se había constituido en 1886, donde como
aspecto central de la modernización del estado estaba la laicidad y la
posibilidad de intervenir la empresa pública o privada.
La
reforma que más desato controversia en la sociedad por cuenta de la “amenaza
bolchevique” que pregonaban los más conservadores, era la que modificaba el
término “utilidad pública” y lo equiparaba al de “interés social”, ya que,
desde la constitución de la regeneración, se reconocía la propiedad privada y
se manifestaba expresamente que el interés privado debía ceder siempre al
interés público, inclusive si se debía pasar por la enajenación forzosa con una
debida indemnización.
El
“interés social” de los liberales estuvo además acompañado de nuevas facultades
al estado para intervenir en asuntos económicos y laborales, esto último en un
país que había pasado por la experiencia de la masacre de las bananeras en
1928, no podía ser algo muy sorprendente; los conservadores entonces se
volvieron opositores de toda esta serie de reformas y la tildaban en la
política y las diferentes plazas públicas de “socialista” y “bolchevique”, no
importaba que incluso la justificación liberal de las reformas se sustentaran
en principios de organización del trabajo como los emanados por Taylor, que
buscaba optimizar el proceso de producción para generar más riqueza y ganancias
para los capitalistas, planteamiento muy lejano a la crítica de la economía
política enarbolada por Karl Marx, y que era la verdadera fuente de inspiración
de la revolución rusa.
La
eliminación de la exención de impuestos a las rentas eclesiásticas, la garantía
de la libertad de cultos y de enseñanzas lejos del monopolio de la iglesia
católica y el dejar de establecer una religión única para el estado colombiano
sirvieron como gasolina en el fuego que denunciaban los conservadores y su
principal aliado del S. XIX, el poder religioso; las reformas fueron tachadas
de ateas, sin siquiera estas poner en juicio la existencia de dios.
Este
último suceso en un país tradicional y confesional como Colombia, solo
significaría una carga bastante negativa para el proceso de reformas de los
liberales, que a diferencia de lo que proclamaban los conservadores, en su
mayoría profesaban alguna creencia en dios y se sentían recogidos en el
catolicismo.
Esta
serie de acontecimientos sirvieron para que la empresa que había puesto a andar
López con su “revolución en marcha” fuera criticada de subversiva y atea en el
contexto del “espectro bolchevique”; al final de esta primera república
liberal, muchas de estas reformas a diferencia de América Latina, no se
llevaron a cabalidad o sufrieron posteriormente procesos de contrarreforma,
como lo acontecido en materia agraria.
Los fantasmas del pasado
Diría
el león de Tréveris que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime
como una pesadilla el cerebro de los vivos”, el espíritu de la contrarreforma,
que pareciera presente de manera constante en la estructura de valores de la
sociedad colombiana, y como espectros se instauran en el espíritu de las gentes
e irrumpen en la escena política, en ocasiones agenciado por determinados
actores que resultan beneficiados de este ethos conservador.
La
implementación de la revolución en marcha de López Pumarejo, logro atisbar las
críticas de los conservadores y los sectores más retrógrados de las filas
liberales, que vendían el proyecto lopista como un proyecto subversivo. Ocurre
el punto de inflexión donde las consignas liberales están cuestionadas por el
conservatismo además de acompañadas de la razón de la fuerza. Esto desataría un
momento de tensión y polarización al interior del país fundamentada en la
afiliación de la gente hacia los dos partidos tradicionales.
Un
elemento importante y de interés especial es la particularidad de que en este
momento histórico se da la consolidación del líder populista colombiano Jorge
Eliecer Gaitán como figura nacional, además del nacimiento de diferentes
proyectos de índole más radical y que en verdad tenían como referentes
experiencias como la de la revolución rusa.
Es
clave también anotar que en este periodo en el ala conservadora también
empezaban a surgir grupos más radicales que tenían incluso como inspiración a
las diferentes corrientes del fascismo que se habían instalado en Europa,
además de otro bloque del conservatismo que se encontraba acaudillado en la
figura de Laureano Gómez.
El
conservatismo aprovecha la amenaza constante de un estado laico por parte de
los reformadores liberales, para atraer la atención de la iglesia y sus bases
eclesiales y de esta manera revive un espectro que había sido enterrado con el
S. XIX, el problema religioso. Las dimensiones del problema paradójicamente
eran casi que las mismas de cuando se libró esta tensión en el siglo
inmediatamente anterior.
Una
vez más la discusión de fondo no consistía en la duda frente a la existencia de
dios, siendo el liberalismo oficial defensor de la libertad de cultos; sin
embargo los conservadores en aras de cristalizar fuerza a su favor para librar
su batalla lograron poner la dicotomía en una batalla de Dios contra el
“ateísmo”, llegando incluso a la encrucijada anecdótica que aunque los
liberales en su gran mayoría asistían a la iglesia siendo esta un centro de
reunión social, eran tratados como herejes de las leyes divinas.
El
otro debate nodal que enmarco el resurgimiento de otro nuevo espectro fue los
conflictos por la tierra ocasionados por la política agrarista de los
liberales, que buscaba fundamentalmente repartir y formalizar la tierra como se
había logrado en muchos países de América Latina, la idea de intervenir el
campo para propiciar mejores condiciones de producción. Esto facilito que las
toldas conservadoras se hicieran con otro gran aliado en su búsqueda por la
dirigencia de la sociedad colombiana, y estos eran los grandes terratenientes
que poseían la mayoría de las tierras.
Esta
oposición a la política agraria que en ocasiones se valía de herramientas
violentas para proteger sus intereses, se dieron a la par del surgimiento de la
APEN (Acción Patronal Económica Nacional) como forma de agremiación de los
sectores más poderosos que no estaban beneficiados con la apertura de los
liberales. Los grupos de choque fueron el condimento que dirigió a la
exaltación de la violencia por parte de este sector. No hay que olvidar que
todo esto se da a la par de un contexto mundial donde populismos y caudillismos
de derecha se apropian de los regímenes políticos como el caso de Hitler,
Franco y Mussolini.
El terror
La
agitada convulsión política dividió el partido liberal en su interior, lo cual
permitió el ascenso a la presidencia de Mariano Ospina, que representaba un
sector más corporativista y menos radical al interior del Partido Conservador,
muestra de ello, fue la constitución de la “unión nacional”, que termino siendo
la plataforma para que los partidos tradicionales pudieran estabilizar
políticamente y socialmente el país, gobernando juntos. Sin embargo, esto
ocurría a la par de la consolidación de la figura de Gaitán y el discurso
anti-oligarquía.
Gaitán
sería el intento de experiencia populista en Colombia, que tenía como eje central
el discurso que apelaba al pueblo por encima de la dirigencia de los partidos,
contra el gobierno de los pocos. Esto sería una cualidad de los líderes
populistas en América Latina, el poder construir esta adversidad entre el
pueblo y la clase política, que Gaitán caracterizaba para el caso colombiano
como un régimen oligárquico. Con relatos como la restauración moral del país y
la permanente referencia al pueblo como forma de acción política, Gaitán logro
poner en jaque la política tradicional y se convirtió en el principal líder
nacional-popular en Colombia.
Jorge
Eliecer Gaitán muere asesinado el 9 de abril, este desbarajuste ocasionado por
la convulsión social que se vivía en ese entonces desemboco una ola de
violencia sin precedentes en Colombia. Este momento se empezaría a conocer como
La Violencia dad su dimensión y mostraría una vez más la incapacidad de las
elites de construir un proyecto de nación y de país que estuviera en función de
superar los diferentes conflictos y resolver las deudas pendientes para la
modernización del país. Este acontecimiento significo un nuevo periodo de
atraso.
Bibliografía
Derrida, Jacques, Espectros de Marx,
El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional, Madrid,
Editorial Trotta, 1995, p. 193.
Jaramillo Vélez, Rubén, La modernidad
Postergada, Argumentos, segunda edición, Colombia, p. 66
Jiménez Moreno, Luis, la axiología
nietzscheana, “valorar es crear”, Revista de filosofía, Universidad Complutense
de Madrid, 20018, p. 165.
Kant, Immanuel, Fundamentación de la
metafísica de las costumbres.
Marx, Karl, El dieciocho Brumario de
Luis Bonaparte, 1852.
Melo, Jorge Orlando, Colombia Hoy,
Biblioteca familiar de la Presidencia de la Republica.
Nietzsche, Friedrich, Así hablo
Zaratustra, I, De las mil y una noches.
Ospina Rodríguez, Mariano, periódico
La Civilización, 4 de octubre de 1849.
Puigross, Rodolfo, La España que
conquisto el nuevo mundo, Buenos Aires, Editorial S. XX, 1970, p. 150
* Aparte tomado de “Colombia, un proyecto postergado por sus élites”. Trabajo
monográfico de Cristhian Ayala García.
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